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HIMNO MILENARIO AL DIOS SHIVA
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HIMNO MILENARIO AL DIOS SHIVA
xxxxx2
Nuestros bosques son talados,
esquilmadas nuestras montañas,
los lugares vírgenes
donde los bellos animales
encontraban comida y cobijo
hemos arrasado,
un tercio de nuestros mares,
un tercio de nuestros ríos
hemos contaminado
y las criaturas del mar muriendo.
El progreso ciego
de nuestra civilización
con rumbo errado
a base de erradas decisiones
nos ha traído hasta el horror
donde la apariencia,
es, para el soñador,
la mente colectiva
del siglo veinte:
Este mundo de prodigios
no es divina creación
sino un big bang
del ciego azar,
accidente fortuito,
los hijos de la Madre Tierra,
su vivir y su amar,
el gozo de su existencia
no es alegría sino química,
estímulo, reflejo,
sin valor, sin sentido,
mientras que a nuestras máquinas
les atribuimos inteligencia,
en computadoras y robots
almacenamos información
y la llamamos conocimiento,
buscamos consejo
marcando números,
pulsando botones,
conectando interruptores,
en lugar de la familia
son las sombras las que nos acompañan,
proyectadas en una pantalla,
voces sin cuerpo, rostros sin carne,
donde estaba Edén
una Disneylandia
de realidad virtual,
en lugar de ángeles
la imaginación humana
se puebla de futbolistas
estrellas de cine, hombres mediáticos,
expertos, sabelotodo
famosos de la televisión,
marionetas animadas
con caras de chiste:
xx¿A quién podemos implorar
xxque nos libere del espejismo,
xxdel mundo-caverna,
xxsino a Cronos el destructor,
xxel libertador, el purificador?
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Raine, Kathleen. Poesía y naturaleza (Trad. Adolfo Gómez Tomé). Murcia; Tres fronteras ediciones, 2008.
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POEMAS DE TOMÁS HERNÁNDEZ MOLINA
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UN PERRO A TUS PIES
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPara A.
El tiempo, ese enemigo atroz que nos acecha,
es vencido por ti si te desnudas,
y el mar está en tus ojos
como un adorno innecesario;
la oscuridad redonda de tu noche
es más que el sol, y el tiempo,
ese enemigo atroz, es un perro a tus pies,
la tarde es otra noche de esponsales.
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SÍSIFO
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPara Ana Jurado y Javier
En el puente que ha roto la riada,
dos pajarillos pugnan por un trozo de pan;
diferencio bien los gorriones pero son más pequeños,
de plumaje más claro y cuerpo más ligero,
un colibrí, un jilguero o quizá un canario.
Es más grande el mendrugo que sus dos cuerpos juntos
pero luchan por él y sólo los aleja de su empeño
el paso de los coches, las ruedas casi encima.
Luego vuelven al charco que bordean
y comienzan la lucha. Nada saben de Sísifo
ni de su cruel destino, obcecados
por el hambre, por la curiosidad o por el juego.
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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Javier y Luis Carlos Hernández Gómez
xxxxxI
En la mesa del padre congregados
celebramos la fiesta, los años que la vida
nos reúne en cada aniversario, el origen.
Un viejo rodeado de sus hijos,
los hijos de sus hijos, las mujeres
hermosas o distantes que eligieron.
La fiesta de la sangre, de la herencia
que en nosotros dejó y allí acudimos
puntuales como las estaciones,
los árboles al borde del camino
que son nuestro ataúd o nuestra mesa.
Festejamos su vida y nos regala
la mirada perdida de los ojos acuosos,
la confusión de nombres que ya no reconoce.
Reíamos, bailaban las muchachas
y los hombres más jóvenes, escogidos los vinos
que esperan cada año, lo mismo que nosotros,
el ritual que el tiempo se merece.
Y así estábamos, felices y orgullosos,
rutinarios y alegres, compartidos.
Había dos muchachos, dichosos entre todos,
dos hermanos como suelen comportarse los hermanos,
con esa afinidad de los destinos
por distintas que luego sean las vidas,
con un pasado que sólo los hermanos reconocen.
Los frutos en agraz en cuya carne
esperamos vivir nuestra memoria.
Dos hermanos como suelen comportarse los hermanos,
sin saberlo siquiera.
xxxxxxxxxxxxxxxxDetrás de los cristales
una afilada luz los hiere con su muerte.
Sabe la fecha exacta del encuentro,
y cuenta con los huesos de sus dedos
los pocos días que faltan, el instante
que eligió para ellos.
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xxxxxII
En su seno son nada, no reposan,
los muertos no abandonan el cansancio,
no sufren ni se alegran, sólo viven
en nosotros la vida que no les pertenece.
Debajo de la tierra alimentan hormigas,
hacen crecer las flores, las hierbas más comunes,
y el viento cada noche los cobija
y abrigamos su frío en nuestro lecho
con una última lágrima.
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WILLIAM Osler,
xxxxxxxxxxxxxcoleccionista de libros,
en especial de Historia de la Medicina,
y por esa pasión
lo recordamos,
dejó escrito: «Aquellos
que en la vida se inician sin los libros,
sin mapa ni astrolabio navegan.
Los que tan sólo aprenden en los libros
allí mueren,
sin emprender viaje.»
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SER LEÍDO EN 1935
¿De qué sirve a los insomnes huesos
que vengan hasta aquí desconocidos
amigos y devotos y que rindan
tributo inmerecido al polvo y a la nada?
Que las palabras con cansancio escritas
mercado sean ahora y se lean
en las lenguas posibles en que los hombres hablan.
Que den dinero y fama a oscuros descendientes
que yo nunca engendré. ¿De qué les sirve
a estos insomnes huesos que me llamara Stendhal?
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Fenêtre qu’on cherche souvent
xxxxxRainer Maria Rilke
xxxxxxxx(Versión)
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Mary Alameda
¿No eres ventana, tú, la geometría del hombre,
la forma tan sencilla que sin esfuerzo encierra
nuestras vidas tan grandes?
Jamás será tan bella aquella a quien se ama
como cuando aparece encuadrada por ti.
Eres tú, oh ventana, quien la hace casi eterna.
No existe azar alguno. El ser se alza
con este poco espacio alrededor
del que se siente dueño,
en medio del amor.
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¿Me ocurrirá como a las sombras?
Durante treinta años vivó arriba,
en un cuarto cerrado, entre el ruido
de máquinas, los golpes del martillo
o de la gubia. Nada queda de él
en esos viejos libros que ahora exhiben
—primeras ediciones, borradores—,
que sin leer miramos con respeto y cansancio.
No hay nada en esas líneas del instante
de hacerlas, del temblor de la mano al escribirlas.
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Lloré al paso volador de las perdices
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Reinaldo Jiménez
El agua es maldición desde aquel día
en que mis pies de desterrado puse,
las finas zapatillas de palacio,
sobre la arena sucia y las piedras hostiles.
Qué pensará quien vea en esta choza
la gloria de Almotamid que con los pies hinchados,
los tobillos en carne tumefacta,
el regreso celebra de su esclava que vuelve
con unos pocos dirhams como pago
de un día de lavar ropa y secarla al carbón,
pues aquí, en donde nunca llueve,
el agua es maldición desde aquel día.
Qué pensará quien compartió conmigo
la gloria de Almotamid o me envidió pensando
en cambiar su destino por el mío.
¡Que se acerque a esta choza y que me vea!
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Hernández Molina, Tomás. Peñón de las caballas. Murcia; Ed. Tres fronteras, 2009.
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HABLANDO DE AMOR
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LOS VIEJOS NUNCA HABLAN DE AMOR COMO LOS JÓVENES
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Pepe Hernández
Los viejos nunca hablan de amor como los jóvenes,
pues el peso de uno o varios cuerpos
en sus vidas, les trae la confusión.
Es motivo de escarnio o pasatiempo
esa charla en los viejos. Ellos vienen
al sol cada mañana, y en verano
a la dorada piel de las bañistas,
a su fervor de oro. Hablan
de incidentes domésticos, de muertos
o pasiones con esa indiferencia
con la que regatean el pescado
en las barcas pequeñas que llegan a la playa.
Regresan cada día a estos bancos al sol
y nunca hablan de amor como los jóvenes.
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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Mireya
LOS amantes furtivos se parecen,
se buscan por las mesas de los bares,
o cruzan la mirada mientras brindan.
Los amantes hacen lo mismo siempre,
persiguen igual sueño y aman los mismos rostros.
Su secreto los hace más ingenuos, más frágiles,
más torpes en los gestos o en la risa,
la urgencia por los ojos como un rímel de súplica.
Los amantes se esconden y no saben
que su huida los hace más gloriosos,
que el tiempo es un fervor sólo dado al furtivo.
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TERRAZA DE UN BAR
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxA Sonia y Pepe Ruiz Campos
Reflejos amarillos del sol en los cristales,
el cuadro representa la terraza de un bar,
quizá al atardecer. Tulipanes y nardos
al fondo de la barra. La transparencia
del agua de las flores. Son imprecisas sombras,
quizá reconocibles por un gesto,
la forma de sentarse o de cruzar las piernas,
quienes aquí bebieron aquel día.
De las cosas, firme constancia queda,
los manteles de cuadros, el pan recién cortado,
los platos sin comida y los vasos vacíos,
las botellas de marcas no legibles,
esperando una mano que las convierta en vino.
Todo está quieto y fijo en ese cuadro,
el ajetreo, las voces, y parece
que está la vida a punto de empezar,
que alguien va a levantarse para beber contigo.
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SON momentos fugaces las ventanas ajenas,
rutina son aquellas que suyos nos hicieron,
nos traen la luz del día, el color de los cielos,
y en la noche se vuelven oscuras en nosotros.
Las otras, las fugaces, nos dieron un asombro,
recuerdos de un viaje o una visita breve,
un río o la belleza de una calle habitada.
La desnudez nos dieron las ventanas,
el ansia inmerecida de un deseo heredado
y una primera obscenidad en los ojos.
También las lentas tardes las ventanas cobijan,
los breves días de inviernos melancólicos
y un desnudo rosal en el jardín diario.
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LOS POZOS MÁS ESQUIVOS
Por qué sucederá que sean los ojos luego
los pozos más esquivos, los ríos más helados,
si se enciende el amor en sus hogueras.
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Hernández Molina, Tomás. Peñón de las caballas. Murcia; Ed. Tres fronteras, 2009.
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CUATRO POEMAS DE ‘PEÑÓN DE LAS CABALLAS’, DE TOMÁS HERNÁNDEZ MOLINA
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PEÑÓN DE LAS CABALLAS
Dicen que hace ya muchos años, las mujeres
venían al Peñón de las Caballas. Que venían
descalzas por la arena del mar y que traían
el almuerzo a los hombres.
Después junto a la orilla, uno a uno
destripaban los peces, los lavaban
en el agua salobre donde antes nadaron,
y dejaban al sol durante días
sus lomos ensartados en cañas como lanzas.
Y dicen que por eso se llama así esta roca.
Y cada primavera las mujeres
volvían al Peñón de las Caballas,
dormían cada noche su corazón de cuarzo
y una humedad en la piel, a salitre y a pez.
Ahora su nombre queda, incomprensible,
en antiguos reclamos de turismo
o da nombre a una calle aboliendo el pasado.
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A LA IZQUIERDA DE LA BELLA TORRE, LA TORRE DE UGOLINO,
xxxxxxxxxxixxxxxMASTICÓ LA CABEZA DE SU HIJO
En Pisa, en las afueras, muy lejos de la luz
dorada de los mármoles de pórticos e iglesias,
alzaron unas jaulas a la altura del hombre,
con barrotes de hierro,
descubiertas al sol y al frío de la noche,
a la lluvia y al viento, al viento interminable.
Allí vivió enjaulado y cantaba sus cantos
y los llamó pisanos mientras los transcribía
en el papel higiénico que su guardián le daba.
Así honró a la ciudad y aniquiló los nombres
de aquellos que lo habían encerrado.
Son esas mismas jaulas de Guantánamo.
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COLINAS y colinas hasta el mar.
Acantilados bruscos, quebradizos,
y matas de lentisco entre sus grietas.
Pitas solitarias,
chumberas. Esta es la tierra que pisamos,
pizarras y cuarcitas por el azul hendidas
y que nunca del todo abrazará
la alegría de las piedras al sol.
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DE estas secretas playas los viajeros
comentan su rareza, hablan del infortunio
que los retiene lejos e infelices los hace,
y dicen que aquí el tiempo es liviano
y no maltrata al hombre. Se equivocan.
También aquí la muerte nos busca hasta encontrarnos,
y los días se llevan la luz de las muchachas,
nuestras hijas. Náufragos incapaces
en este paraíso que otros sueñan.
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Hernández Molina, Tomás. Peñón de las caballas. Murcia; Ed. Tres fronteras, 2009.
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‘EL INSTANTE’ DE KATHLEEN RAINE
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EL INSTANTE
Para poner por escrito todo lo que contengo en este instante
vaciaría el desierto a través de un reloj de arena,
el mar a través de una clepsidra,
gota a gota y grano a grano
a los impenetrables, inmensurables mares y arenas mutables liberados.
Porque los días y las noches de la tierra se desmoronan sobre mí
las mareas y las arenas me atraviesan,
y yo sólo tengo dos manos y un corazón para retener al desierto y al mar.
Si se escapa y me esquiva, ¿qué puedo contener?
Las mareas me arrastran
el desierto se desliza bajo mis pies.
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Raine, Kathleen. Poesía y naturaleza (Trad. Adolfo Gómez Tomé). Murcia; Tres fronteras ediciones, 2008.
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POÉTICA DE SEGUNDA MANO
SEGUNDA MANO, SEGUNDOS OJOS
Por qué todos los pantalones que usé
tenían parches y remiendos.
Por qué las fechas de las grandes batallas en mis libros
habían sido antes subrayadas por otros niños,
que llegaron antes que yo al campo de batalla,
que robaron todos los botones dorados
de las guerreras de los húsares muertos.
YO QUERÍA SER POETA DESDE LOS TIEMPOS SALVAJES DEL LEJANO OESTE
El viento empujando por las calles desiertas
la bola de polvo y matorrales
que prefigura el inminente duelo.
Las renqueantes carretas que persiguen
una frontera móvil como el hambre.
El borracho cayendo en el abrevadero.
El tahúr que niega las suerte de los otros.
El tendero mirando hacia otro lado
si el matón escupe sobre el género.
Pero de todas las escenas del far west
mi preferida era aquella
en la que un empleado de la funeraria,
con sombrero de copa y con levita,
mide al pistolero a o largo y a lo ancho
para hacerle el pijama de madera.
Todos los críos salían del cine
gritando bang bang
y simulando pistolas con los dedos.
Yo les calculaba la sed y la rabia
para escribirles elegías a la medida.
LA RATA
Soy el primero que abandona.
Si fuera capitán o violinista juro
que correría la suerte de mi nave,
pero soy un pulguiento polizón
roedor de cabos en la sombra,
transmisor de calamidades.
Ahora me bajo del poema:
aquí les dejo otro naufragio.
PICO DE ORO
El pájaro limpia de las fauces del cocodrilo
los últimos pasos de la cebra en este mundo.
Silba luego su enigma, su canción
que deja regado por el cielo
su carroñero perfume de osadía.
Siempre hay una criatura pequeña y servicial
dispuesta a lustrar los colmillos de la muerte.
ÁNGELES ESQUINEROS
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSueña bajo los Ángeles
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxDarío
Cuatro esquinitas tiene tu cama,
no,
quise decir tu caja.
y cuatro angelitos,
cada uno con un clavo
y un martillo.
UN VIUDO QUE NO SABÍA BAILAR EL TANGO
Siempre te quejaste de que abuelo
no te llevara nunca a bailar.
Cuando te fuiste
él encendía el viejo tocadiscos,
bailaba sobre las baldosas de la cocina,
tomaba la frágil cintura del aire
imaginando que era tu frágil cintura
y te pedía perdón a cada rato
por darte tantos pisotones.
NIÑA TONTA
Por qué no dijiste que otro día,
que aún no, que llevabas mucha prisa,
que llamara a otra que tú
tenías que hacer muchos mandados.
OTRA FOTO DE FAMILIA
Miren el pajarito
y a la de tres
digan
nevermore.
PROGROMO
Ésta será la noche de los cristales rotos.
Ya tengo una barra en las manos
y un bote de pintura amarilla
para escribir AVAROS, TIRANOS, PERROS.
Esta noche desfilaré solo por los pasillos
portando una antorcha y un destino,
dispuesto a romper cada espejo de mi casa.
Y QUE UNA NUBE DE TU MEMORIA
Al final sólo preguntabas cuándo
salía el hombre del tiempo.
Habías olvidado los nombres de tus hijos,
pero no las palabras borrasca, isobara,
anticiclón de las Azores.
Llamabas a los vivos
con los nombres de los muertos
y tu olvido era la única memoria.
Tú, que todo lo perdiste
salvo las categorías de las mareas,
eras el único que a la hora de almorzar
esperaba aún algo del cielo.
EL AFILADOR
Otros guardan en su memoria el sonsonete de los tiovivos,
una precaria orquestita preludiando en noches de verano
el primer beso, dado con los dientes,
pero yo retengo, terca,
la musiquilla con la que sea anunciaba,
desde el estribo de su polvorienta motocicleta roja,
el afilador.
Cuando venga la muerte desataré esa tonadilla
que convocaba a las mujeres
con sus pobres cuberterías,
su instrumental de cortar el hambre.
Y ella, la muerte,
que como yo aún dirá tiovivo y motocicleta,
pondrá su herrumbrosa guadaña
en la piedra de afilar de mis recuerdos.
PEQUEÑA ELEGÍA ELÍPTICA POR LOS RUBÍSIMOS NIÑOS GOEBBELS
Yo me sentía afortunado cuando,
cada noche,
posabas un beso sobre mi oscura cabeza
diciendo, mientras yo fingía dormir,
ojalá, hijo,
en tus sueños,
encuentres un lugar
donde cenar.
POÉTICA
Todo empezó cuando mamá,
mirando las puntas de los lápices
decía:
si gastas ahora todos los colores,
no podrás pintar más árboles,
ni más tigres, cuando te lo pidan.
Y tracé bosques calcinados
por rayos que nadie veía,
sigilosas fieras a las que bastaba ser
dos radiantes ojos en la noche.
Flores del Rosario, Pedro. Como pasa el aire sobre el lomo de una bestia. Murcia; Ed. Tres fronteras, 2014.
DE ZAPATOS, CARTELES Y MENTIRAS
LOS ZAPATOS DEL ABUELO
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcon franca rectitud de cojo amargo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxVallejo
Cuando murió, sus zapatos,
sus duros y lustrosos zapatos negros,
fueron para mí.
Anacrónicos acorazados para la tierra roja
de las cuatro polvorientas calles de tierra
que minó día a día fingiendo ir a alguna parte,
con los que se tambaleó bajo la luz tiñosa de farolas
que arrojaban más sombras a las sombras.
Sólo yo de entre todos sus nietos
tenía pies iguales a los suyos,
pies retorcidos como aquellas calles
y pasos que dudaban en la puerta de los mercados,
que retrocedían ante las muchachas hermosas.
Yo voy por la vida en los zapatos de un muerto;
el suelo me reconoce como uno de los suyos.
LO QUE OTROS TIRAN
Yo frecuento el muladar de la memoria,
los esteparios vertederos del olvido.
Los poetas desperdician demasiado,
tiran los versos a medio comer,
los costillares de sus mayores
con los delirios aún prendidos.
En la cáscara, en el hueso
yo encuentro lo que busco,
de ahí este poso de luz mordida,
este acre regusto a hambre usada.
COSAS DEL SUELO
De niña mamá recogió del suelo
un pequeño fruto rojo y redondo.
Lo comió, tenía hambre,
no sólo hambre hambre,
también hambre de cosas de colores.
Aquello era venenoso, tonta madre,
por eso no tenía dueño.
Más tarde mamá lanzó al mundo
sus propios frutos,
también pequeños y rojos;
yo soy el primero.
Quien muerde se envenena.
EL POETA
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxHaced que se me caiga
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxla piel de serpiente del orgullo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxZ. Herbert
Todos mis hermanos son mejores poetas que yo;
sabrían sembrar sus cálculos renales en el baldío de Elliot
y conseguir que de ellos nacieran
camadas albinas de versos carnívoros.
Pero no lo hicieron y nunca lo harán,
son también más inteligentes.
Yo no valía para otra cosa.
Por eso fue que decidieron mandarme a mí
en la nave sin rumbo y enloquecida de la poesía.
Como quien manda un perro al espacio.
SICARIO
Yo soy el sicario.
Me encontraron jugando descalzo
con un poema de madera
en el albañal de las vanguardias.
En los callejones que olían a meados,
robando las notitas escritas a mano
del bolsillo de poetastros borrachos.
Dijeron
éste nos servirá.
Tiene la ingenuidad de un rinoceronte
y el corazón oportunista del coyote.
Me adiestraron en la palestra de sus academias,
administraron mi hambre de crepúsculos
y cuando estuve preparado me dieron
un lanzaversos automático y la foto del enemigo.
Ahora sería un extraño en el basural de mis recuerdos.
Pertenezco a la casa de los amos.
Ellos me dan palmadas en la espalda
y me dejan que coma en su cocina.
EL ADIESTRAMIENTO
Me enseñaron a leer
para que no tuviera excusas
si incumplía sus leyes.
Me enseñaron a contar
para que no tuviera excusas
si les robaba su tiempo.
La poesía no estaba entre sus normas.
La poesía no entraba en sus cálculos.
VOLVER A CASA
Para que no sepa donde vivo,
hago como hacen en las películas
los adolescentes que se avergüenzan
de las desvencijadas ventanas
y la cochambre de su hogar:
me bajo tres paradas antes
y cruzo el jardín de una casa lujosa.
Hasta que la muerte se pierde de vista.
ESCENA DE CATECISMO UNA LEJANA MAÑANA DE DOMINGO
El ladrón de la izquierda se burla de ti.
El ladrón de la derecha mira tus clavos
y piensa en el precio del hierro.
Abajo los legionarios se juegan a las tabas
las pulgas de tu túnica.
Arriba nadie contesta a las puertas del cielo.
Pienso que el único paraíso que se abrió para ti
estaba entre las piernas de aquella mujer
que supo amar tu descomunal arrogancia.
En las misas de los domingos repartían juguetes usados.
A la mitad de aquellos críos
también los había abandonado su padre.
Allí nadie sintió pena por ti, nazareno,
estábamos demasiado ocupados
esquivando las gotas de lluvia que se colaban por el techo
y buscando ruedas que encajaran
en los cochecitos rotos.
FOTO DE FAMILIA
¿Ya están todos?
Sonrían,
por favor,
los vivos también.
CARTEL PARA TIEMPOS DE GUERRA INTERIOR
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy en guerra con mis entrañas
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxMachado
Ya no digo versos
recorriendo solo los pasillos de casa.
Yo, el enemigo,
escucho.
LA MENTIRA
Escribieron mal nuestros nombres
los días de paga
y callamos.
Escribieron bien nuestros nombres
los días de leva
y callamos.
Pasamos la vida callando
y un día, en nuestras bocas cerradas
entrarán las moscas.
Flores del Rosario, Pedro. Como pasa el aire sobre el lomo de una bestia. Murcia; Ed. Tres fronteras, 2014.
CALIGRAFÍA DE LA NIEVE
DECIR tu nombre.
Entre ruido blanco de seres terribles
y con animales oscuros en mis ojos:
decir tu nombre.
A dentelladas comerme calles y noches
sólo por nombrarte.
QUE cada día contigo
sea
xxxuna fiesta,
xxxxxxxxxxxxuna fecha
a clavar con chincheta azul
en la nube blanca de mi locura.
CUANDO te pienso tan borracho de ti:
alucinan, la botella que me mira
y el hielo del vaso donde bebo.
MIRANDO a Oriente:
tu voz.
Mi encanecido corazón
cuenta aves, nubes,
tallos apretados,
agua honda,
mordeduras de plumaje,
luz resbaladiza.
Al declinar los verbos
de los días,
xxxxxxxxxxme inclino
hacia una tarde
sin sombra que,
en mis ojos de bucanero enfermo,
cobije lejanos sonidos de Ud,
Rabab, Rebec o Tanbur.
DEBO decirlo antes de que la cizalla
otorgue su corte al poema que,
bajo resbaladiza cuchilla,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxtiembla.
Como Alonso Quijano en la mejor edad de su vida,
he librado batallas.
No eran molinos, ni gigantes
mis contrarios.
He sufrido infamia y frío
de quienes nunca supieron leer más allá
de la semántica de las palabras.
Quiero acabar con el poema:
caiga, sin piedad, la afilada hoja del olvido.
CALIGARFÍA de la nieve.
Lentitud de tu voz tendida,
sinfonía blanca que fluye
y me convierte en agua.
Música, sólo música,
nube de mi sueño,
todo cuanto queda.
Marín Albalate, Antonio. Caligrafía de la nieve. Murcia; Ed. Tres fronteras, 2009.