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EL BAILE BIPOLAR -extracto-

septiembre 23, 2020 Deja un comentario

 

Seguramente todo esto sea redundante. Los datos, los procesos, la tediosa sucesión de conceptos. Probablemente el lector lo conozca todo ya, y puede que le sobren párrafos enteros. Hagamos entonces un ejercicio de demora. Breve. Lo justo para tomar impulso y que se quede el camino libre de broza. Caminando de puntillas, sin hacer mucho ruido, por los últimos siglos y la dualidad a la que se ha sometido el ser humano entre lo individual y lo masivo.
xxxRetomar el hilo.
xxxApuntar, por ejemplo, la incontinencia del romanticismo en su defensa del yo. La percha de la que colgará una visión económica e ideológica del mundo: capitalismo burgués en los poemas de Lord Byron, pero también la rotura irreparable de los diques del arte tradicional. La brecha abierta. Géricault pintando cabezas muertas y un par de habitaciones más al norte del futuro Marina Abramovic se golpea el pecho desnudo con una calavera. La brecha que no cesa. Estupendo. Pero paralelamente a todo esto habíamos convenido en que crecía otra marea distinta. Que mientras el yo va grabando nombres en el duro mármol de los pedestales burgueses, también se va desparramando por los barrios obreros y los campos de cultivo la informe anonimia de la masa. Desprovista de límites. Deshabitada. Vacía de todo aquello que los hombres con nombre habían conseguido para sí mismos. Vemos la diferencia entre un autorretrato de Courbet y una lavandera de Daumier. ¿No? Courbet enuncia su perfil asirio y deja constancia explícita de sus atributos, de aquello que lo define como Gustave Courbet y lo separa del resto. Daumier difumina el rostro de la lavandera en una mancha indefinida e indefinible. El ser que vive en la masa no tiene rostro, como tampoco tiene nombre, y su modo de desarrollo y acción es la inercia erradicada de voluntad, es el impulso colectivo y ciego de aquello que no tiene fin.
xxxQuien tiene rostro puede mirar al mundo y puede definir su camino.
xxxEl que carece de rostro carece de itinerarios posibles, y se desata en una deriva continua. Es el hombre despersonalizado. Eso. El hombre sin persona, sin máscara. Confundido con los demás, indistinto, plural.
xxxBien. Recordemos que cualquier tentativa de categorizar la vida es siempre una falacia y un fracaso. Recordemos que el hombre masa de las sociedades capitalistas occidentales comienza, en un momento dado, a emanciparse de su indefinición. No busca el nombre propio pero sí que balbucea uno común. Comienza a tomar conciencia de clase, como dicen los teóricos socialistas. La masa comprende que su lugar no es la exclusión y llama a la puerta de la democracia moderna. Diremos que la democracia es la toma de consideración política de la masa, y la extensión de derechos más allá del nombre y lo limitado. Y sabemos que hubo tensión entre los defensores del yo cerrado liberal y los apologistas de la inclusión de lo anónimo masivo en el reparto de responsabilidades y beneficios. Tocqueville lo llama olocracia. El gobierno de la chusma. Porque dentro de una levita negra el mundo exterior es algo frío y peligroso. La chusma no tiene centro ni tiene nombre, mientras que Tocqueville se llama Alexis Henri Charles de Clérel y además es vizconde. Y así. Tiras y aflojas, piedrecitas en la ventana del futuro.
xxxAño 1848.
xxxLas calles de París se llenan de barricadas y de gente anónima reclamando un espacio para poder decir su nombre, aunque sólo fuera uno y enorme. Marx y Engels publican el Manifiesto comunista. El nombre común frente al nombre propio. El objetivo final de una sociedad borrada, sin límites ni diferencias entre sus componentes, un mayestático nosotros final. Y ese mismo año en Alemania un puñado de burgueses resabiados funda la Logia de los Alacranes, y disfrazan sus perversiones y miedos con ciencia y rituales estúpidos, con un ojo siempre vigilante en la sombra. Pequeñas cápsulas que pretenden dominar el mundo frente al avance imparable de la masa. Contra la masa, la masonería. Alacranes contra millones de hormigas.
xxxEse es el juego.
xxxEl baile bipolar. El ellos se transforma en nosotros, y el yo se contagia, o implosiona. Pensemos en Nietzsche o en Freud. El superhombre es un individuo hiperdesarrollado en su independencia y se distingue por pura voluntad del reto de las creaciones naturales y humanas. El psicoanálisis entiende el yo como una cebolla cubierta de capas casi infinitas, el individuo es un bucle insondable. Pero el baile exige que también Jung organice coreografías mentales de masa. Y así continuamente. El inconsciente colectivo disuelve el de cada uno de sus miembros en un impulso total. Pero también ocurre que las inercias de la masa, su concepto del universo, las prioridades de sus deseos y sus odios, vayan determinados desde su exterior. Puede que los alacranes diseñen la estructura de los hormigueros. No hablo de masonería ni conspiraciones opacas. Hablo de totalitarismos. De la búsqueda total de la indistinción como modo de enfrentarse a la vida en común. Si la democracia es masa, el comunismo estalinista lo es en grado sumo. El fascismo lo es. El capitalismo consumista también.
xxxVisiones del mundo para la masa. Totales.
xxxY así. Como un péndulo. El proceso de exaltación del individuo que había culminado en el siglo XIX se transforma en un dominio de lo colectivo masivo en el XX. La poesía y la pintura dan paso al cine y a los conciertos de música pop como artes-espejo de lo que es el mundo. Evidentemente habrá resistencias, e intersecciones sobre la línea principal del argumento, algunas radicales como la de cierto tipo de arte que buscará la supervivencia precisamente en ahondar su diferencia sobre lo indiferente. Fomentando el divorcio con lo masivo. El arte degenerado del que abominaban los nazis, el mismo que desprecian los visitantes legos de los museos. Para más detalles preguntémosle a Ortega y Gasset, u organicemos un crucero por las calles de Viena en 1968. Y así. Es cierto que el dominio real será de individuos con nombre. Pero el dominio simbólico, el campo de expansión y la piel de las cosas, será ya de la masa.
xxxY así. Televisiones como templos. Espejos definitivos.
xxxMillones de aparatos que uniformizan en paralelo a sociedades enteras. Que las convierte en un solo ente. Que las totalitarizan. A pesar de las divergencias permitidas, seguramente como válvulas de escape para que la olla a presión del yo interior no acabe reventándolo todo. Resumo. Sociedades de masa, agujereada con los valores vacíos del liberalismo. Y digo vacíos, porque la mayoría somos masa, aunque nos regalen la ilusión y el deseo de querer arañar nuestros nombres propios en borrosos pedestales. Es preciso. Es extraño. (…)

 

 

 

Quinto, Raúl. Yosotros. Barcelona; Ed. Caballo de Troya, 2015.

 

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