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ANTES QUE EL TIEMPO FUERA
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AJUAR
Una navaja siempre a mano,
colgada al delantal o en el bolsillo.
Igual corta las setas, los cardillos, las fieras
tan verdes del arroyo
que el pan en rebanadas al almuerzo.
Al casar una moza,
su regalo primero la navaja.
Escarba criadillas y collejas,
simula gorrioncillos y pequeñas cariátides
si tala las bellotas,
o pincha una tajada
de magro y en la cena
le alarga pedacitos a su niña.
Con navaja y cuchara ya el cubierto
al tajo y en la mesa.
Pelar un higo chumbo
y al gallo rebanarle su resuello,
la madre de familia
madura con navaja.
Doméstica y cerril,
fulgurante y sencilla,
primorosa.
Hoja bien afilada, recias cachas.
Una moza ya está
puesta de largo
con su fértil navaja.
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DERIVA CONTINENTAL
Náufraga es alguien
encallada de pronto en la prehistoria.
Sin casa, sin espejo, sin zapatos.
Alguien que frota desesperadamente dos astillas
para inventar el fuego,
que sorbe hojas con rocío
mientras excava un pozo entre las uñas.
Quien no haya sido náufraga no sabe
la desnudez de cada hora
ni el silencio flotando a la deriva
ni el dormir vigilante como cuando
se amamanta a un hijo en la tormenta.
Replegarse en la concha
o ir hacia la llama
ondulante del sueño y la ceniza.
La náufraga dibuja
siluetas de carbón en una cueva
y le hablo del agua o de la luna
—por no volverse loca—
a una traza de hombre,
anegado fantasma
entrevisto en la niebla de algún árbol.
Día a día la náufraga
se hace más y más dócil
y ya no espera nada que la salve.
La náufraga está allí
a solas con su asco y con su isla
comiendo crudités del mar y de la tierra.
Ser náufraga, viajar
a un futuro de dunas esquilmadas,
aprender a vivir en una mente sola,
centrifugada y sola
como un faro de luz en la boca de un lobo.
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AGOSTO
En la hora terrible
sólo el silencio solo.
Ni un leve respirar.
El aire como un sapo
inmenso sobre el mundo.
¿Qué esperan? Qué esperamos,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsin resuello
en el día
de la devastación.
Dónde el agua, la sombra,
qué de los tantos trinos,
de la garganta ardida
de los pájaros.
No más.
Tan sólo el gran escuerzo,
su manto poderoso
ahogando la mañana.
(Y el relente, vencido, en nuestras bocas.)
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LUMINARIA
Morir con treinta años. Eso era
la vida. Desamparo, dolor,
el miedo
entre las hojas, en el río, en la boca
como un pozo de noche del mamut
o en el diente mortal de cada víbora.
El hielo y el sudor. Los veranos y un mar
de escalofríos por la espalda
y la fiebre.
Y en medio de la cueva, el milagro
novel de la belleza.
Los caballos. Su trote
esbelto y limpio, las crines
de color rompiendo el aire.
La furia.
La manada. Su fulgor en la tarde.
Alguien logra rememorar con líneas
el instante. Surge el arte, todavía
sin nombre, la pintura de luz
sobre la piedra. El cuévano
de sombra que cobija
del peligro y la llaga,
de la muerte.
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BIVALVA
Esta madre no sabe más amar.
Y ahí voy xahí va
con la cazuela en ristre
horas en el fogón xen los fogones
para darte xhijo mío xpara daros
comida xtentempiés xrebanadas
con que aliviar cadenas y sudores.
Esta madre tuya no sabe más amar.
O no sabe o no puede
aquesta madre tuya
xxxxxxxxxxxxxxxxxmegahuérfana
en besos achuchones en flor
en carne abrazos miedo.
La madre de la madre no supo no sabía
de cuerpos su rozar
encendido de sangre que palpita
que asalta el corazón y lo levanta fuera.
No la culpéis.
Su manera de amar es la cuchara.
Llena cuencos xla tarde xla sartén.
Comer platos xviandas xrefrigerio xsoles
rebosantes alcuzas
que espanten pesadillas
por su arteria venial.
Vuestra madre
la vieja cefalópoda sin remos
sólo sabe llenaros el mantel
colmaros la boca xla despensa
daros pan y viático.
Llorad
llorad con ella
la manca
la manca del puchero y el dolor.
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Castro, Juana. Antes que el tiempo fuera. Madrid; Ed. Hiperión, 2018.
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