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POEMAS DE AMOR ZOOLÓGICO
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23 AÑOS Y UN MINUTO
En los años 70,
Marina Abramović y el joven Ulay
desfondaron las noches de Belgrado y Berlín;
ella siempre con un vestido rojo,
él con gafas, siempre, sobre el pelo.
En los años 80,
Marina Abramović y el joven Ulay
atravesaron la Gran Muralla China,
se encontraron en medio
y se abrazaron por última vez.
En los años 90,
Marina Abramović y el joven Ulay
ya no existían, eran tan solo un antiguo vestido,
unas gafas antiguas.
Pero en la primavera del año 2011
Marina Abramović
entró en el MOMA de New York,
cerró los ojos y compartió
un minuto de silencio con los desconocidos.
De pronto, Ulay llegó,
sin que ella lo supiera.
Aún con las gafas sobre pelo.
Y cuando ella, por fin, al fin, abrió los ojos
el joven Ulay se quedó estatua,
no sabía qué hacer,
cómo pasar 23 años y un minuto en silencio,
cómo pasar 23 años y un minuto mirándola,
qué hacer con tanta eternidad, tan cerca.
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POEMA DONDE CONFIESO SIN TAPUJOS
CÓMO FUE MI PÉRDIDA DE LA VIRGINIDAD
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPara Víctor Andresco
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy Joaquín Blanco.
A los 14 o 15 años me enamoré perdidamente de Tina Modotti
todo por culpa de una foto de Edward Weston
y de un monte de Venus que me llevaba más de 50 años.
De pronto / todas las muchachas de mi barrio se peinaban al medio,
eran fotógrafas y tendían al sol sus vellos púbicos
en azoteas infranqueables.
A los 14 o 15 años me enamoré perdidamente
de aquella horizontalidad / de aquel nudismo militante.
El segundo culpable fue Julio Antonio Mella
y su huelga de hambre y aquella su muerte tan atlética.
Mientras mis compañeros de pupitre
coleccionaban fotos de Jane Fonda o de Marilyn Monroe,
yo me estaba convirtiendo al comunismo
de la manera menos sospechosa.
Hasta que un día pude ver por fin a una mujer desnuda
en aquella misma postura azoteística,
pero no al sol / sino a la luz de una bombilla infame
y supe de golpe que el sexo y la política
corrompen lo que tocas.
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GEMIDOS
Nunca he escuchado gemir
a una pareja mientras hace el amor.
Nunca de nunca.
En los hoteles en los que me hospedo
las parejas de los cuartos contiguos
duermen como hermanitos vallejianos.
En mi casa natal mis padres se cuidaban.
En mis casas de adulto (en todas)
los vecinos insonorizaban el amor
(algo que debería estar penado).
Ahora que lo pienso
solo he escuchado gemir de placer en el cine,
en los libros,
en la sonrisa picarona de las sobremesas.
Y esto es muy grave.
No se debe llegar a cierta edad
con gemidos de atrezzo.
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POEMA CON GATOS
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx«El gato,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxsólo el gato
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxapareció completo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy orgulloso:
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxnació completamente terminado,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcamina solo y sabe lo que quiere.»
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPablo Neruda
Llegas a cualquier calle de cualquier ciudad y siempre hay gatos
pero nada ni nadie te puede demostrar que sean otros.
Gatos tan parecidos entre sí que hasta maúllan.
Animalitos hábiles para la indiferencia
dueños absolutos de tu tiempo y el suyo.
Por un momento llegamos a creer
que los caminos todos llevaban a Roma
que los felinos todos tenían siete vidas
que bastaba con saber maullar
para caer de pie desde cualquier altura.
Ahora puedes estar apoyado en un alféizar
o en la séptima vértebra de una mujer desnuda
y descubrir cuan frágiles somos quienes no maullamos.
Ahora puedes caer y pasarte el resto de la muerte
sin que nadie repare en tu ausencia.
Llegarán los turistas como siempre
y verán una calle llena de gatos
pero no repararán en tu cadáver.
Los gatos sí. Los gatos se alimentan
con la sangre de los que no maúllan.
Por eso hay tantos gatos que son el mismo gato
que viste la primera vez que viste un gato.
El que te toca.
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DOS SONETOS DONDE SE ADVIERTE DEL PELIGRO DE MIRAR
A UNA MUJER QUE CORRE HUYENDO DE LA LLUVIA
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx«Vienes desnuda
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcorriendo contra el viento…»
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxWaldo Leyva
Una mujer que corre contra el viento .atenta .contra el sueño
de .las .aves. ¿Quién .podrá .detenerla, .poner llaves a su lar-
go cabello en movimiento, a sus faldas .de .aleteo violento, a
sus .senos .que .saltan .como suaves imitaciones de la luz? Ya
sabes: ¿quién .garantiza .su .arrepentimiento? Una mujer que
corre despeinada es un peligro .para los gorriones, es un mar-
tirio para la manada de las gaviotas, para los aviones, para las
mariposas, para cada cuerpo .que .vuele. Nunca le perdones a
una mujer que corre con el pelo .aleteando en los ojos de otra
gente .que .diga .que .lo ignora. Siempre miente. Sus rizos en-
trenaron para el vuelo. Sus .ojos .lo .planearon. No hubo cielo
sino .su .cuerpo ingrávido, y .su .mente desafiando alas, picos,
luz, corriente. ¿La lluvia? No .te .engañes, cuando .llueva .será
su triunfo. Las demás .no .saben .salir a disfrutar del aguacero
Y .ella .será .paloma .que .se .eleva, mariposa feliz, hasta que
acaben el agua, el viento y tú: su pasajero.
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ONIROMANCIA
Los sueños eróticos son dulces pesadillas
(sobre todo cuando la muchacha del sueño no existe).
La almohada perpetúa su blanda insinuación de carnes,
la penumbra amortigua sístoles y párpados
y todo huele azul.
Los sueños eróticos no se hablan por teléfono
no se cuentan en cartas —ni siquiera se dicen—.
Basta la referencia de una sábana tibia,
la delación del tacto.
La muchacha del sueño
no tiene rostro fijo, pero es ella.
Ríe, se peina y huye,
vuela y retorna con otros hombres
colgándoles del pelo.
Luego suena el reloj
y despertamos asustados y débiles
y la seguimos buscando en el espejo
y la enjuagamos en un chorro de agua cómplice
y la bebemos en un sorbo de café solemne
y, al fin, la saludamos: —Buenos días,
sufriendo que ella pase y no nos reconozca.
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Díaz-Pimienta, Alexis. Poemas de amor zoológico. Madrid; Ed. Noviembre, 2020.
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RESUMEN DE NOTICIAS DE 2020
Lo cierto es que no sé muy bien por dónde empezar. Me importa muy poco la pandemia como para hablar de ella aquí; hablaría en todo caso de ciertos comportamientos, pero eso me llevaría demasiado tiempo y sería inútil lo que alguien como yo pudiera comentar.
Este año no saben lo importante que es para mí dar las gracias a todos aquellos que de una u otra manera me han tenido en cuenta. Les contaré, muy por encima; no hay por qué entrar en detalles, al menos de momento: hace unas semanas, tomándome una cerveza con un amigo, me preguntaba por cuestiones laborales y al explicarle lo que necesitaría para poder hacer lo que quiero hacer terminamos hablando, cómo no, de dinero; al contarle lo que había cobrado el mes anterior y preguntarle si así había manera de ahorrar, me respondió que no sabía cómo se podía vivir así. No hay nada como dar números para que se entiendan ciertas cosas. Así que, por eso, quiero agradecer con mayor intensidad, si cabe, que otras veces, que Rubén Pozo y Lichis, Pedro Chillón, Alberto Alcalá, el Manin y Antonio de Pinto me hayan invitado a sus conciertos y/o regalado sus discos, ellos saben de mi devoción por la música. A Joan de la Vega, Luis Sánchez Martín, Joaquín Piqueras, Cristina Morano, Juan López-Carrillo, David Trashumante, Isabelle García Molina, Pepo Paz Saz, Vicente Velasco, Sandro Luna, Víctor Peña Dacosta, Alexis Díaz-Pimienta y David González Lago hayan tenido a bien aumentar la cantidad y la calidad de mi biblioteca particular.
Además, sería impensable este año sin haber tenido a mi disposición las bibliotecas particulares de josé antonio martínez muñoz, José Daniel Espejo y Cristina Morano.
De todo lo que ha caído en mis manos este año, me parece esencial haber descubierto a Marcial, a Hugo Mujica, a Jesús Aguado, a Harkaitz Cano, a Javier Salvago, haber leído a Cavafis traducido por Valente y el ‘Yosotros’ de Raúl Quinto. Léanlos si no lo han hecho (es solo una recomendación).
Gracias a todos.
Seguimos.
A PLENO SOL
A PLENO SOL
..(Página 805)
A pleno sol. En la calle.
Entre rimas y azulejos.
Alguien nos ve desde lejos,
alguien no pierde detalle
mientras yo traspongo el talle,
la pelvis, el becqueriano
«eres tú», el juanramoniano
«así es la rosa», y penetro
un poco, otro poco, un metro
dos metros… pierdo la mano.
Cierras las piernas, de pronto,
y pierdo la mano izquierda.
No es lógico que la pierda,
pero la pierdo. Soy tonto,
quiero pero no remonto,
hurgo ahora más que antes.
Vulva glotona. Cortantes
labios, cepo de infelices.
Y tú solamente dices
que me parezco a Cervantes.
Díaz Pimienta, Alexis. Diario erótico de Robinson Crusoe. Almería; Ed. Scripta Manent, 2016.
DIARIO ERÓTICO DE ROBINSON CRUSOE
PERFECTA FELATRIZ
……..(Página 13)
Siempre callada. Callada.
Siempre con la boca llena
de silencio. Siempre ajena.
Siempre sin decirme nada.
Siempre la boca ocupada.
Siempre los labios abiertos,
la lengua glosando ciertos
pasajes decamerónicos.
Siempre nuestros vicios crónicos.
¿La petite mort? Los dos muertos.
….MUJER
(Página 33)
Mujer, océano hirviente,
transparencia de la sal
¿Quién dijo que soy fatal?
Viernes miente, el Loro miente,
Daniel Defoe ya no siente
nada por su personaje.
Mujer, trampa del oleaje,
alta marea sin luna:
naufragar en ti es una
invitación a otro viaje.
ROBINSON RECUERDA AMORES VIEJOS
………………………..(Página 440)
Lunes.
Pleamar.
El vino no embriaga como otras veces.
Vine por ti y no apareces.
Volvió a llover.
El camino me vio otra vez concubino
de una nube respondona.
El agua desalmidona un miedo recién planchado.
Lunes.
Pleamar.
Qué aislado vivo en mi propia persona.
FRENTE AL VENTILADOR
………….(Página 996)
Estás ardiendo, mujer.
He puesto un ventilador
pero es tanto tu calor
que el pobre, qué puede hacer.
El aire ha empezado a arder.
Te me estás evaporando.
Hasta el sol está sudando
de ver tu último desnudo.
Y yo, quieto, cabizmudo,
mirando, mujer, mirando…
SEX SYMBOL
.(Página 69)
Qué Brigitte Bardot, ni Lynda
Carter, ni Bárbara Eden
ni Lyz Taylor… No te pueden
comparar. Ninguna brinda
esta desnudez, la guinda
para sex symbol modelo.
Ninguna tiene tu pelo:
Ninguna tiene tu olor.
Tu sed. Tu voz. Tu color.
Tu cara de bestia en celo.
Qué Raquel Welch, ni Sofía
Loren, ni Mae West, ni Tina
Louise, ni Diana Rigg, ni Gina
Lollobrigida… Algún día
aceptarán que tenía
razón yo, el vulgar amante,
el eréctil caminante
de tu espalda marinera,
alpinista en tu cadera,
buzo en tu vulva gigante.
Qué Julie Newmar, ni Dian
Parkinson, ni Norma Jean,
ni Anita Ekberg, ni Jayne
Mansfield, ni Madonna o Pam
Anderson… Todas están
muy lejos, muy por debajo
de tu normal desparpajo.
Ninguna se te asemeja.
Ninguna de ellas me deja
tan exhausto, tan pingajo.
Qué Demi Moore, ni Jane Fonda,
ni Ursula Andress, ni Kim
Basinger, ni Catherine
Deneuve… Dudo que responda
alguna a tu tan oronda
manera de proyectarte,
desnudarte, solazarte,
abrirte, gemir, sudar…
Ninguna es hembra y pleamar.
Ninguna es pleamar y arte.
Qué Cher ni Sharon Stone,
ni qué Claudia Cardinale,
ni Natalie Wood, no vale
ni la Olivia Newton-John.
Ni Betty Boopr, la cartoon
preferida de mi infancia.
Les sobra glamour, jactancia,
ropas, vítores, tacones.
No son más que proyecciones
de tu cuerpo en la distancia.
Sex symbol, tú. Y sex modelo,
sex blasón, sex atributo.
Erótico filminuto.
Sicalíptico consuelo.
Sex symbol. Sex terciopelo.
Sex poema. Sex canción.
Sex arena. Sex colchón.
Sex marea. Sex. Sex. Sex…
¡Todos seremos tus ex!
¡Luces, cámara, acción!
MUJER CON DRAGÓN
…………(Página 74)
He tenido que volverme
un dragón: pura defensa.
Ante tu marea inmensa
me sentía tan inerme
que he tenido que volverme
un dragón, no te lo niego.
Al principio, como un juego.
Después, por mutuos reclamos.
Y ahora cuando nos besamos
hacemos canje de fuego.
MANZANAS
..(Página 23)
Mordisqueas la manzana,
suave, con satisfacción.
Un mordisco-insinuación
de muchacha casquivana.
Muerdes y la fruta, ufana,
grita: ¡trasgredan, trasgredan!,
mientras encima se enredan
decenas sin masticar.
¡Tentador imaginar
los pecados que nos quedan!
Díaz Pimienta, Alexis. Diario erótico de Robinson Crusoe. Almería; Ed. Scripta Manent, 2016.
ÓLEO DE UNA MUJER CON SOMBRERO
ÓLEO DE UNA MUJER CON SOMBRERO
…………………………(Página 2)
Otra vez en el recuerdo
eróticos comodines.
Otra vez entro en los cines
pensando en tu seno izquierdo.
Otra vez soy menos cuerdo,
menos ateo, menor
de edad (porque en el amor
se envejece por adioses).
Otra vez logro que poses
para mi cuadro interior.
Una mujer con sombrero
(como un cuadro de Chagall),
una mujer a sedal,
pespunteado el cuerpo entero.
Una mujer sin un pero,
bajo el fieltro bien planchado.
Una mujer que han tocado
(y tocada es diferente).
Una hembra que se presiente
cuadro recién dibujado.
Te estoy pintando otra vez
(Chagall, Greco, Lam, Tiziano):
el pelo, el rostro, una mano,
el pecho, el vientre, los pies.
Te pinto. Tu cuerpo es
mural, lienzo, cartulina.
El pincel de la retina
copia, traza, colorea,
donde nadie más te vea
dentro de mí, en una esquina.
Te pinto
otra vez
te pinto
lloviznada
bailarina.
Díaz-Pimienta, Alexis. Diario erótico de Robinson Crusoe. Almería; Ed. Scripta Manent, 2016.
PASAJERO DE TRÁNSITO (2ª edición)
SOBRE AVIONES Y PÁJAROS
Los pájaros y los aviones
juegan a despistarnos.
Ayer tarde cayó, justo en mi patio,
un gorrión lleno de pasajeros.
Y antes de ayer sorprendí a un Boeing
piando y picoteando migajas del mantel.
Los pájaros y los aviones son metáforas nuestras,
carencias afectivas, que diría el psicólogo.
Las cigüeñas, por ejemplo,
llevan siglos transportando viajeros.
Y las gaviotas, las palomas, los zopilotes,
llevándose o trayéndonos lo que necesitamos.
No entiendo, entonces,
por qué si muere un ave
no sale en los periódicos.
UNA TARDE EN BARAJAS, I
Definitivamente, un aeropuerto
no pertenece a una ciudad concreta.
Es un país ecléctico, un desierto,
una ciudad portátil e indiscreta.
Un aeropuerto es frío e indulgente,
no hace amistad, no ríe, no saluda.
Su transparencia es blancamente muda,
su belleza es brutal, incoherente.
Un aeropuerto se maquilla tanto
—escalera mecánica, altavoces,
puerta automática…— que no tiene encanto,
que no es palpable, teme que lo roces.
Y tú te vuelves sombra y desencanto:
andas contigo y no te reconoces.
VISITA DEL PETIRROJO
Como si el mundo comenzara
bajo este árbol donde está el petirrojo
y nosotros fuésemos un grabado intemporal sobre la hierba,
mirándonos extáticos como dos colegiales.
Así, el agua de la alberca recita su mansedumbre líquida;
así, los niños corren sobre el césped;
así, el guarda silba su impaciencia monótona;
así, la sombra de los árboles endulza el paladar,
como si el mundo terminase bajo este mismo árbol.
LA OTRA VIOLENCIA
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa Rafael Ángel Cos y Rafael Buzón
y todos nos tiramos contra el suelo, sobre la realidad,
porque nadie se creía culpable.
Vendedores de frutas y transeúntes,
muchachas de frágil coquetería,
niños «trabados» con sus propias caries;
todos hundimos la cabeza entre los brazos y el cemento,
imaginamos el agujero en el pecho de otro
y estrujamos entre los párpados la prensa de mañana.
Sólo la joven que tocaba el violín,
con el estuche abierto como una boca larga,
continuó su plegaria de jazz y desespero.
Se agujereó la música,
cayeron a sus pies los pedazos de aire,
se mezclaron arpegios, sangre, lágrimas.
Luego nos levantamos, nos sacudimos sobre la realidad
y nos marchamos con indiferencia
(porque nadie se creía culpable).
Sólo la joven que tocaba el violín
nos miraba, acusándonos.
ENCUENTRO LEJANO DE NUEVO TIPO
Las palomas de Plaza Nueva, en Granada,
son idénticas a las antiguas palomas de mi padre.
Recuerdo que él silbaba y las palomas parecían besarlo.
Yo no aprendí a silbar
—yo no pensé jamás venir a Plaza Nueva—
sin embargo, me miran y se acercan
con una docilidad inverosímil.
He de tener cierta manera de mirar,
cierto aire de viejo palomero.
Con un mínimo gesto de la mano,
con una leve variación del rostro,
abren las alas, comen, se enamoran.
A todos hace gracia que vengan donde yo,
que me rodeen con esa candidez de ave doméstica.
¿Sabrán acaso que mi padre ha muerto?
¿Tendrán las aves cierto código oscuro
para intuir el dolor de los hombres?
Dejo caer una lágrima y sólo así se van, se alejan,
como si oyeran aquel silbido familiar desde otra parte.
ÉL SOBREVIVE AL SOL TODOS LOS DÍAS
Un viejo de la vega de Granada
viene a ver el crepúsculo en el río
todos los días: un ritual sombrío,
un capricho final de la mirada.
Vigila su reloj. Una gastada
piedra sirve de asiento. El junquerío
y el agua del Genil siguen su frío
diálogo secular, como si nada.
El viejo anota a qué hora, en qué segundo
se oculta el sol detrás de la arboleda.
Se aburrió de mirar cambiar el mundo.
Se aburrió de vivir. Sólo le queda
el reloj, el crepúsculo, el profundo
deseo de mirarlo mientras pueda.
A LA SALIDA DE LA ALHAMBRA
Dame, gitana, el clavel,
y no me leas la mano.
Yo también seré gitano
si me escondes en tu piel,
si aceptas mi amor en el
último reducto moro.
Dime, gitana, si adoro
tu rostro, ¿qué hago conmigo?
Si empiezo a soñar contigo,
¿qué hago después?, ¿canto o lloro?
La suerte no está, gitana,
en estas líneas manuales,
ni en un clavel que regales,
ni en tu oratoria pagana.
La suerte no está, gitana,
sino en tu modo de hablar,
en tu arte para buscar
dádivas con la sonrisa.
Suerte: arena movediza,
trampa gitana, lunar.
FINAL DE VIAJE
Si has descubierto que todos los oráculos engañan,
que todos los caminos llevan a ti mismo,
qué harás con tus próximos miedos.
Si has descubierto que los astros mienten
—o quizás se equivocan—,
qué vas a hacer con tus maledicencias.
Si has descubierto
que la vieja gitana, la del pañuelo rojo,
lleva siglos timando a los viajeros,
qué harás con tantos manuscritos,
con tantas novias esperando flores.
Si has descubierto que en la vida también
eres un simple pasajero de tránsito,
qué harás, dónde lo harás y cuándo.
Díaz-Pimienta, Alexis. Pasajero de tránsito. Almería; Ed. Scripta Manent, 2018.
TRAFICANTES DE OXÍGENO
sucia arte poética
y a quién le importa
para qué sirve la poesía
en realidad
la poesía no sirve para nada
para poco / quise decir
para que se te enfríe la sopa sobre la mesa
para que te malquieran los vecinos
para que te juzguen débil
para que te lean a regañadientes
para que te nieguen un orgasmo
para que usen tu voz en los retretes
para todo
o para casi todo
quise decir
esquizofrenia
en realidad todos tenemos algo de esquizofrénicos
usted tiene algo de esquizofrénico
yo tengo algo de esquizofrénico
él tiene algo de esquizofrénico
ella tiene algo de esquizofrénico
ellos tienen algo de esquizofrénicos
nosotros tenemos algo de esquizofrénicos
ustedes tienen algo de esquizofrénicos
vosotros tenéis algo de esquizofrénicos
y espejos y cámaras de fotos
y paciencia mientras se registran la nariz
y qué cara de palo
todos tenemos cara de palo
usted tiene cara de palo
yo tengo cara de palo
él tiene cara de palo
ella tiene cara de palo
ellos tienen cara de palo
nosotros tenemos cara de palo
ustedes tienen cara de palo
vosotros tenéis cara de palo
y miedo y hambre y desconfianza
y una fecha reservada para morir
no sé de qué se ríen
el hambre
comer
comer
comer
comer
comer
vivimos obsesionados con comer
a la hora del trabajo pensamos en comer
a la hora de la ducha pensamos en comer
a la hora del amor pensamos en comer
a la hora de dormir pensamos en comer
a la hora de pelear pensamos en comer
y nos volvemos una boca enorme
con todos los pedazos de la vida dentro
y masticamos masticamos masticamos
ensalivamos todo
babeamos todo
el silencio
xxxxxxxxxel aire
xxxxxxxxxxxxxxxel tiempo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxel dinero
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxel sueño
el sexo de nuestras parejas
las vísceras del enemigo / todo
nuestros dientes se vuelven
hachas blancas talando el hambre
royéndolo
y quien se come su propia hambre
de qué podrá vivir después / de nada
es asqueroso ver cómo todo se mezcla
con la saliva azul de los hambrientos
cómo se engruman los automóviles y las gaviotas
los libros y las piedras / los panes y los penes
los clítoris y las banderas
las marugas / las nubes
cómo todo se mezcla
dentro de la gran boca que somos
o la gran boca que hemos llegado a ser
desde que sólo pensamos en
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcomer
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcomer
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcomer
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcomer
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcomer
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcomer
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcomer
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcomo los pobres
se acabaron las posadas en La Habana
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpara mi hermana Anabel y Albelo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpara mis sobrinos
según el D.R.A.E. una posada es
xxxxxxxxxxxun lugar en el que por dinero se hospedan personas
xxxxxxxxxxxxxxxen especial / arrieros / viandantes / campesinos
nuestro aporte particular ha sido
que se les hospede y cobre
sólo para que hagan el amor adúltero
las posadas de La Habana eran famosas
por sus huecos / sus voyeurs / sus chinches / sus ladillas
sus toallas y sábanas llenas de manchas anteriores
sus nombres metafóricos
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxlas «Casitas Blancas de Guanabacoa»
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxlas «Casitas Blancas de Ayesterán»
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx«Villa Laurel»
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxla «Canada Dry»
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxla «Monumental»
no hay taxista en La Habana que no haya hecho
este viaje en penumbras con parejas sin rostro
escuchando conversaciones en las que nadie
tenía nombre propio
siempre había colas en la penumbra de la entrada
las parejas llegaban y preguntaban por el último
aunque el último apenas podía responder
ocupado en calentar dos cuerpos
y el primero en la cola se desesperaba
porque los amantes del cuarto 5-B
no acababan de salir
como si el cuarto fuera de ellos
xxxxxxxxxxxxxxxxxdesconsiderados / egoístas
xxxxxxxxxxxxxxxxxse ve que a nadie duele erección ajena
xxxxxxxxxxxxxxxxxla humedad de las otras
y entre unos y otros / en silencio / el Posadero
pero aquel personaje cervantino
que recibía al viandante
con una vela en una mano
y una jarra de vino en la otra
sino el Posadero / con mayúscula
con impecable camisa blanca y pajarita negra
con el bolsillo lleno de billetes
y olor a menta entre los dedos
restos del último coctel afrodisíaco
con aserrín sobre las botas
restos del último hueco voyerista
las posadas de La Habana eran (debieron ser)
Patrimonio Erótico de la Ciudad
sin embargo / han desaparecido
ahora son albergues para familias
que han perdido su casa en un derrumbe
en un incendio / en una inundación
familias en las que los niños aprenden a leer
con los letreros que hay en las paredes
nombres de hombres unidos por una «y»
con nombres de mujer
todas las letras del abecedario combinadas
armoniosamente
en la sala / en el cuarto / en el baño
de ahí que los niños albergados en antiguas posadas
tengan mejores resultados en lectura
que sus condiscípulos con casa propia
y menos miedo (of course)
a un condiscípulo con casa propia
le asustan las películas del sábado
las bandas sonoras estridentes
y los efectos fantasmales de voces y muelles
a ellos no
cada noche las antiguas posadas de La Habana
se llenan de sonidos
suaves jadeos y muelles que rechinan
y los niños crecen inmersos en ese noble efecto acústico
es paradójico lo que se siente al pasar
frente a una antigua posada
la memoria despierta orgasmos y pasiones secretas
pero el retozo infantil y el olor a potaje actualizan el rito
las ropas en la tendedera / las ventanas abiertas
los búcaros con flores en la mesa de centro
y la ausencia de un taxi desacreditan el recuerdo
sólo que uno no puede evitar preguntarse
¿y los adúlteros de ahora cómo lo harán y dónde?
al fin decidieron arreglar la calle
querido bache
hueco cuidado con tanto mimo por todos nosotros
gracias por esta luz de aceite
y aguas y otras reliquias ópticas
amorfa oquedad de nuestra calle
frente a los grandes soportales
en un sitio escogido para que nadie escape
a tu belleza atrófica
gracias por tanta iridiscencia
siempre habrá desalmados que intenten destruirte
asfaltar nuestra calle y desparecerte
pero quienes te amamos
te inmortalizaremos con poemas y fotos
en tiempo de sequía fuiste
el hueco perfecto para el juego de bolas
cómplice de las cuartas y los quimbes difíciles
en tiempo de aguacero fuiste el puerto mayor
nuestro rústico océano
y siempre fuiste / tras la escampada
cuadro de azules y amarillos y grises
charco lleno de líneas y curvas y figuras geométricas
impresionista óleo / gratis / a la vista de todos
única opción artística del barrio
querido bache
sagrado bache
compañero en las buenas y en las malas
perdónalos
perdónalos
no saben lo que hacen
Díaz-Pimienta, Alexis. Traficantes de Oxígeno. Almería; Ed. Scripta Manent, 2017.
LOS REGALOS DE LOS AMIGOS (113)
Acaban de llegarme a casa estos libros de Alexis Díaz-Pimienta, a quien ya le he dedicado unas cuantas entradas en el blog; échenles un vistazo mientras me dan tiempo a leerme los libros que me han llegado.
UN DÍA CUALQUIERA DEL VENDEDOR DE GAFAS
Este es uno de esos libros que me apetecía tener, pero creo que ya no podrá ser. Dejo aquí unos poemas del mismo.
UN DÍA CUALQUIERA DEL VENDEDOR DE GAFAS
A las diez de la mañana
el negro vende gafas de sol, cinturones de piel,
tallas artísticas con pezones y cuernos.
A las dos de la tarde el negro vende ébano bembón,
collares bendecidos por lejanos orishas.
Con la mirada perdida en algún punto de la otredad,
solo, en cuclillas, el negro vende.
Salió de África un lunes de peces ciegos
y maderos enmohecidos por la luna, un lunes agrio;
salió apoyado en el hombro de otros potenciales vendedores
de gafas de sol, cinturones y tallas.
Dejó una casa enorme, con rascacielos verdes,
con gigantescos animales domésticos.
Dejó una mujer rodeada de anafes,
cacerolas de barro y ojitos redondos y ahuecados
como las antiguas monedas de veinticinco pesetas.
A las seis de la tarde el negro vende collares y amuletos.
A las diez de la noche el negro vende pedacitos de música.
Vende envuelto en trapos multicolores
y con los dientes blancos.
Vende a la vez que sueña
con papeles que legalicen su rubor,
o con goles que lo rediman de visitar el mercadillo.
El negro tiene los ojos hinchados de mirar sin ver,
y los tímpanos carcomidos por palabras esdrújulas,
y la lengua deforme.
Por eso los niños se ríen
cuando lo escuchan proponer “cinturrones”.
Por eso casi nadie compra sus mercancías.
Por eso, incluso, molesta el tono oscuro de la palabra “gafas”.
Por eso, incluso, los pequeños comerciantes lo denuncian.
Por eso, incluso, abundan policías y traficantes de indigencia.
A las doce de la noche el negro cuenta las monedas que tiene.
Las gafas que le quedan. Los cinturones.
Los senos y los cuernos de madera.
A las doce de la noche se supone que los orishas despiertan
y toda África bulle entre tambores y danzas tribales.
Pero a las doce y cinco minutos de la noche
el negro cae dormido sobre su propia sombra,
entre su mercancía.
Cae dormido con los ojos redondos y ahuecados
como antiguas monedas de veinticinco pesetas,
ojos que no le sirven para nada en la época del euro.
QUIERO VIVIR MÁS DE 45 AÑOS
Da Diallo acaba de ser rescatado del mar. Su lancha chocó contra el pesquero al que se había acercado para pedir agua y gasolina. No parece afectado por la muerte de su hermano mayor, cuyo cadáver se halla a solo unos metros. Cuando un voluntario de la Media Luna Roja le pregunta por qué quiere ir a Europa, responde: “Quiero vivir más de 45 años”. (Tomás Bártulo, El País Semanal, 16 de abril de 2006, p. 53)
¿Y dónde está el poema?
¿En sus párpados mohosos como tablas náufragas?
¿En el vidrio molido de su orina reciente?
¿En las lejanas costas de Nuadibú,
en las chabolas letrinosas de Nuakshot?
¿Dónde está el poema?
Buscamos, como arqueólogos desesperados,
los restos del poema entre las rocas,
pero sólo encontramos los ojos de Da Diallo,
que sólo ve los restos del cayuco,
que sólo ve la furia de las olas,
que sólo ven el cadáver de un niño de 44 años.
¿Dónde está el poema, dónde se habrá metido?
Seguramente, el agua reblandeció sus partes,
oxidó sus signos más visibles,
y nos queda tan solo la escena del crimen,
el cadáver del poema, pero no su cuerpo.
De todos modos, convencidos de la importancia del poema,
continuamos buscando, buceamos con cámaras de vídeo,
cámaras fotográficas, bolígrafos, lápices,
SMS, emails, sonidos guturales, canciones de protesta,
con toda la parafernalia de la voz
buscamos el poema, sus huellas, sus restos,
pero sólo hallamos los ojos de Da Diallo, comidos por el frío,
salpicados de arena en una vanguardista instalación del miedo.
No está el poema, pero sí su imagen.
No está el poema, pero sí su hermenéutica salvaje.
Da Diallo estuvo meses entrenando para nadar bien.
Da Diallo nada de forma tan sublime que ahora es
la única parte del poema visible, su parte plástica.
Decepcionados, los convocados para el levantamiento del poema
nos conformamos con un único verso:
“Quiero vivir más de 45 años”,
un raro verso de trece sílabas
—nada frecuente en estas costas—
puesto en la boca de alguien
que no sabía, evidentemente, matemáticas.
ARGEL EN AGOSTO
Un mar de jabas de nailon negras, preñadas de aire,
a los pies de unos niños que juegan al fútbol.
Estamos en Argel,
bajo la blanca luz de las tres de la tarde.
Un mar de jabas de nailon rotas, colgando de la hierba.
Niñas y niños saludan desde las ventanas.
Dos adolescentes se ofrecen como guías
de este barrio sin pérdida,
de esta explanada llena de mariposas asustadas.
Al fondo, un almacén con pintadas en árabe.
Junto a nosotros, a nuestro alrededor,
el olor del cilantro y el jengibre.
Uno de los adolescente es Ammón,
dueño de un largo alfabeto gestual
y de una risa pícara y salvaje.
Ammón nada en el mar de nailon negro
como un pez conocido.
Pero a nosotros nos deslumbra la luz,
nos enceguece el polvo.
Telas de todos los colores cruzan a nuestro lado.
Sandalias de todos los tamaños nos persiguen.
Alfombras que no saben volar penden de los balcones.
Ammón traduce nuestra sed, mal interpreta nuestro hambre.
Ammón tiene catorce años y un tío en Algeciras.
Ammón tiene los dedos de los pies sucios y un hermano poeta.
Nosotros somos torpes, ingenuamente malos,
más infelices que una jaba de nailon agujereada por la hierba.
Estamos en Argel con zapatos del Corte Inglés.
Estamos en Argel con relojes de pila.
Estamos en Argel con gafas oscuras.
Estamos en Argel con cámaras digitales.
Estamos en Argel con violentos recuerdos de niños degollados.
Estamos en Argel y nos negamos a comer lechuga.
Estamos en Argel compadeciendo a las muchachas.
Estamos en Argel bebiendo Coca-Cola.
Estamos en Argel pensando en el hachís.
Estamos en Argel recordando qasidas y moaxajas.
Estamos en Argel perdidos,
descalzos, desnudos, temerosos,
rogándole a este adolescente que nos diga
la edad de las alfombras,
la afinación real de los laúdes.
Pero nada es posible.
Mucho menos ahora que Ammón
acepta una gorra de béisbol y dice “gracias”,
como si comprendiera.
El viento sopla, levanta polvo,
envuelve a Ammón y se lo lleva lejos.
De los balcones se desprenden las alfombras más tristes.
En las ventanas los rostros infantiles se apagan.
Ahora somos reclusos incomunicados en medio de la hierba,
a las tres de la tarde, bajo la luz blanca de Argel,
en una ciénaga de jabas negras preñadas de aire.
LA MEJOR HORA PARA IR A CARREFOUR
A las tres de la tarde las cajeras
se turnan para tomar café (o ir al servicio).
De pronto, mudas, con los ojos,
las bocas y las cajas abiertas,
miran entrar a un grupo de cadáveres.
Los ven coger los carros de la compra,
descalzos, con la ropa mojada
y manchada de arena. No tienen ojos,
sino peces nerviosos en las cuencas vacías.
No tienen voz, sino un gritillo lánguido,
como de tabla rota.
Unos son negros, otros verdes, otros azules,
la mayoría color travertino.
Tranquilos, los cadáveres se dispersan
por los departamentos.
Una cadáver embarazada va,
apoyándose en otra,
a ver la ropa de bebé.
Los hombres van, de tres en tres,
a escoger frutas,
pantalones, electrodomésticos.
Todo normal, hasta la frialdad
del cantante de moda por los altavoces.
Entre los cadáveres no hay ninguno que fume.
Sólo uno bebe alcohol.
Y un tercero sabía que existía el látex.
“Son más de quince”,
piensa la muchacha de la caja número 1.
“Son más de treinta”,
piensa la muchacha de la caja número 2.
“Son cientos, miles, cientos de miles”,
piensan las muchachas de las cajas 3 a la 8.
“Son negros”, piensan las muchachas de la 9 a la 15.
“Son muertos”, piensan las muchachas de las 16 a la 22.
“Son jóvenes”, piensa la muchacha de la 23.
“Son negros muertos jóvenes”, piensan todas,
y continúan mirándolos.
Los cadáveres deambulan por Carrefour,
llenan los carros de panes y peces,
de latas, frutas, ropa sport, confituras.
No hablan con nadie. Y nadie habla con ellos.
Sólo las cajeras observan, atónitas,
cómo pasan por caja sin pagar,
desdentados y frágiles,
y se alejan hacia los botes
que los aguardan en el aparcamiento.
“Es increíble cómo ha avanzado
el mar en los últimos años”,
comenta la muchacha de la caja número 24.
“Sí, es increíble”, repiten a coro las demás,
y se quejan de haberle puesto sal
en vez de azúcar al café, y sonríen.
REFLEXIONES DE SIESTA
Estamos tan acostumbrados a ver África
en los documentales de La 2, en colores,
que nos asustamos de ver al vendedor de gafas
siempre en blanco y negro.
Estamos tan acostumbrados
a los festivales de música étnica
que nos asustamos de los camerunenses
que tocan en el Metro.
Estamos tan acostumbrados a ver tetas famélicas
y niños fideiformes en los documentales de La 2
que nos asustamos de las tetas famélicas
y los niños fideiformes de las otras cadenas.
Estamos tan acostumbrados a donar
un euro diario para el Tercer Mundo
que nos asustamos si las gafas de sol
cuestan seis euros.
Estamos tan acostumbrados
a ver a los xenófobos y a los skinheads en colores
que apenas nos conmueve la violencia cercana,
en blanco y negro.
TENÍA RAZÓN EL BRUJO DE LA TRIBU
I
El vendedor de gafas se acuesta en su cortijo
sobre una lona fría, tapado con la manta
que Cáritas le dio; se acuerda de su hijo,
tiene ganas de hablar con Dios pero se aguanta.
Al vendedor de gafas ya el brujo se lo dijo:
“no siempre crece bien árbol que se transplanta”,
cuando lo vio lanzarse al mar sin rumbo fijo.
Por eso a veces llora; por eso cuando canta
o golpea el yembé siente que África entera
se revuelve en su sangre cimarrona, salvaje.
Huele a sudor ahumado. A pan duro. A estrecheces.
Se arrebuja en la manta, habla en sueños, se altera.
El vendedor de gafas ha dado un solo viaje
que repite una vez y otra vez y otras veces…
II
El vendedor de gafas duerme con gafas puestas.
Triple nocturnidad: noche óptica y cutánea
sumándose a la cálida noche mediterránea.
Sombra en la sombra con la sombra a cuestas.
El vendedor de gafas —según varias encuestas
entre gruesas marujas de sonrisa espontánea
y granjeros que llevan de forma simultánea
reciedumbre en la voz, la piel y las respuestas—
es un hombre tranquilo, no molesta, no riñe,
es negro pero limpio; vende gafas y punto.
¿Que duerme con las gafas? Normal que se encariñe.
¿Que duerme sobre el suelo? No sé, no le pregunto.
¿Que a veces pasa hambre? Yo también cuando fiñe.
¿Que si somos racistas? ¿No ve que andamos juntos?
III
El vendedor de gafas odia el invernadero
(por eso vende gafas, no recoge hortalizas).
Lleva siempre una gorra y sandalias de cuero.
Siente que lo persiguen miradas fronterizas.
Tiene manos enormes —manos de bongosero—,
tiene dos piernas largas que parecen macizas.
Para alquilar un piso no le basta el dinero,
ni el blancor de los dientes, ni las uñas mestizas.
El vendedor de gafas malvive en un cortijo,
duerme con gafas puestas, sueña que es deportado,
llora en el locutorio cuando habla con su hijo,
aunque nadie le compre, no parece enfadado.
El vendedor de gafas tiene un trabajo fijo,
un miedo fijo, un fijo silencio esperanzado.
ÚLTIMA EXCURSIÓN DE YUSUF Y FÁTIMA
El pequeño Yusuf se levanta a las seis de la mañana,
desayuna, le da un beso a su madre
y sale al encuentro de la pequeña Fátima.
Tomados de la mano,
entran por la boca de una largo túnel
que los lleva hasta Ceuta.
Lo atraviesan a gatas,
descansando cada doscientos metros,
compartiendo el oxígeno con los roedores.
Cuando llegan a Ceuta,
Yusuf y Fátima se sacuden la ropa,
estiran las piernas,
y comparten una manzana que Fátima
lleva en una bolsa negra.
El resto del día piden y venden por la calles ceutíes,
entre semáforos y peatones apurados.
Así llevan dos años. Tal vez tres.
Pero hoy, jueves 12 de agosto,
al llegar al final de su túnel lo encuentran tapiado.
Y las cámaras de la televisión delante.
Y los guardias civiles mirándolos.
Para colmo, a Fátima se le ha caído la manzana
y las ratas se escurren silenciosas,
mordisqueando los trozos.
Dos ratas marroquíes que pasan sin problemas
entre las piernas de los guardias y los periodistas.
D.E.P. INMIGRANTE Nº.2
«Europa no quiere noirs muertos en sus playas, ¿eh? Mejor noirs muertos ici” (Tomás Bártulo, El País Semanal, 16 de abril de 2006, p. 53)
Nicho 72. Cal y cemento.
Medialuna de sombra sobre un jarrón
con varias flores secas.
Sobre el nicho, asomados al vacío,
el escuálido silencio del ciprés y alguna nube.
Rayados en la pared, al fondo,
una cruz y tres letras.
Bajo las letras, el nombre del cadáver:
“Inmigrante Nº. 2”.
Y la noticia llega a Nuadibú,
a Cité Snmin, a Kairane,
a Nuakshot, a Marrakesh, a Ceuta,
al tronco de un baobab milenario,
al pico de un buitre congolés,
al cuero de un yembé maliense,
a un anafe encendido,
al marfil de dos colmillos curvos,
al piojo de un mamífero sagrado,
a los oídos de la madre del Inmigrante número 1.
Y la madre del inmigrante número 1
no puede creerlo,
no quiere aceptarlo,
y se lo comenta a la madre del inmigrante número 5.
Y la madre del inmigrante número 5,
no puede creerlo, ¡pero cómo es posible!,
si ella había visto al inmigrante numero 2 hacía una semana.
Y se lo dice a la madre del inmigrante número 13.
Y la madre del inmigrante número 13 a la del 24.
Y ésta a la del 30. Y ésta a la del 59.
Y ésta a la del 120. Y ésta, doblada de dolor,
a la madre del inmigrante número X,
que ya no puede más, y se arrastra,
y llega a la puerta de un kimbo sombrío
y escarba con sus uñas delante de la puerta,
araña con sus lágrimas en la pared de tablas,
rasga con sus gritos las vasijas de barro y tizne sempiterno.
Todos contienen la respiración.
Todos saben que allí vive,
desde hace muchos años,
la abuela del inmigrante número 111.
La esposa del inmigrante número 34.
La tía del inmigrante número 75.
La hermana del inmigrante número 18.
La prima del inmigrante número 61.
La madre del inmigrante número 2,
esa misma, la pobre,
que ahora tendría que cambiar las flores del jarrón
y llorar agua de mar sobre esta parte del poema,
que reduce una cifra el espanto sin nombre.
HACE SÓLO DOS AÑOS…
Hace sólo dos años María Dolores ponía
copas toda la noche por treinta y seis euros.
Pero llegaron las ecuatorianas
y comenzaron a ponerlas por quince.
Hace sólo dos años Marujita hacía
la limpieza del bloque por seis euros la hora.
Pero llegaron las subsaharianas
y comenzaron a limpiar por tres.
Hace sólo dos años nos tocaba
cruzarnos con un negro cada cinco manzanas,
pero ahora en la cafetería de Paco,
“la de toda la vida”,
tocamos en el desayuno a tres per cápita.
SUCULENTAS VENTAJAS
Pensándolo bien,
vender gafas no es tan mal oficio.
Otros andan y desandan cargados de alfombras
por las costas del Mediterráneo;
en los años sesenta hubo andaluces
cargados de cemento por las calles de Zürich,
actualmente hay lituanos cargados de armas en Marbella,
saharauis cargados de nostalgia en Rabat y en Órgiva,
guineanas cargadas de bombillas en Madrid,
yonquis cargados de agujas desechables,
gitanos cargados de rechazo,
cubanos cargados de incertidumbre,
hindúes cargados de exotismo,
paquistaníes cargados de sospechas.
No, no puedo quejarme.
Todos los días aparecen cadáveres entre las rocas;
todas las noches duermen en las aceras
niños tapados con periódicos,
protegidos del frío con fotos de otros niños que tiritan.
No, no puedo quejarme.
Las gafas no pesan,
las gafas no matan,
las gafas no contagian enfermedades,
las gafas no afectan a la higiene,
las gafas no son armas peligrosas.
Es cierto que ennegrecen la visión del mundo,
que enceguecen un poco, pero no es para tanto.
Además, yo no molesto a nadie.
Llego a una plaza, o a la Estación de Trenes,
despliego mi escaparate móvil en cualquier esquina,
y los transeúntes se detienen o no,
compran o no, es asunto suyo.
No puedo quejarme.
En África estaría peor.
En el fondo del estrecho estaría peor.
En un ingenio azucarero del siglo XIX estaría peor.
En una plantación algodonera del sur de California estaría peor.
Si fuera una mujer estaría peor.
Si fuera una mujer negra vendedora de gafas estaría peor.
Si fuera una mujer negra vendedora de gafas
y con dos hijos pequeños estaría peor.
Si fuera una mujer negra vendedora de gafas
con dos hijos pequeños y sin papeles estaría peor.
No, no puedo quejarme.
No se puede ser negro, pobre, inmigrante
y al mismo tiempo, malagradecido.
TRISTEZA EN DOMINGO
Me acabo de enterar de que un amigo, el poeta cubano Alexis Díaz Pimienta, ha sufrido otra de esas lanzadas que arroja la vida a traición y desde aquí quisiera enviarle un abrazo que cruzara el Atlántico.
Y como uno no tiene palabras que sirvan para nada en estas ocasiones, o las que tiene cree que no pueden hacer nada, lo que quiero es dejar aquí uno de sus poemas que creo que describe lo que estamos pasando sus amigos (lo suyo debe ser, por supuesto, mucho más hondo). Un abrazo, camarada.
LA TRISTEZA
xxxxxI
La tristeza es de piedra,
música sólida cayendo sobre el pecho,
inoportuna brizna bajo el párpado.
La tristeza, si llega,
no aceptará negociar un minuto,
no respetará los teléfonos
ni las alacenas.
De nada servirá desnudar hembras,
romper vasos,
mirar la luna hasta que críe nuevos cráteres.
De nada valdrá mirar revistas
o aceptar una lluvia hipotética.
La tristeza es de piedra,
música sólida cayendo y destrozando.
xxxxxII
Nada se sabe sobre la distancia.
Inútiles ventanas, inútiles teléfonos,
pobres nubes.
Siempre se habla sobre la lejanía,
sobre la ausencia, sobre la nostalgia;
se habla,
xxxxxse canta,
xxxxxxxxxxse escribe,
xxxxxxxxxxxxxxxse sueña,
pero nada se ha dicho sobre la distancia.
A no ser ese humillo que sube de los ceniceros.
A no ser ese olor que, inesperadamente,
entra por los balcones.
A no ser esta música desgraciada en el pecho.
FIESTA DE DISFRACES
LA TELEVISIÓN ES EL ESPEJO DEL ALMA
En vivo, mientras la entrevistaban
en el programa de mayor audiencia,
puso los ojos en blanco y dijo adiós,
antes de caer muerta.
Fue su venganza, dicen.
Fue una muerte trucada, comentan.
Debieron de haber dado paso a la publicidad.
Pero no. Asistimos al levantamiento del cadáver,
al llanto de la presentadora, a los aplausos del público
presente en el estudio. En vivo, insisto.
Ironías del lenguaje técnico.
FIESTA DE DISFRACES
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNadie sabe el tamaño de su cara.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxJ. L. Borges
xxI
La vida es una fiesta de disfraces
en un cuarto de espejos invertidos
y nos probamos máscaras y frases
y risas y disgustos y vestidos
y besos y zapatos y antifaces
y libros y condones y latidos
y corbatas y miedos y qué haces
y cómo estás y miércoles y olvidos.
La vida es una fiesta de disfraces
con máscaras y rostros confundidos,
con espejos farsantes y veraces,
con ojos sordos y ciegos oídos.
La vida es una fiesta de disfraces:
eterna danza entre desconocidos.
xxII
Todos somos –no quieran engañarse–
maniquíes con voz. En mí se prueban
sus máscaras los otros, los que llevan
la mía en el costal para cambiarse.
Todos somos –no intenten revelarse–
esclavos de una imagen que renuevan
en voz baja los otros, los que aprueban
o desaprueban cómo hay que portarse.
Yo tengo un rostro aquí y otro mañana.
Tú tienes otra máscara debajo.
Todos somos de cuarzo o porcelana.
Todo rumbo hacia el rostro es un atajo.
Entre el vidrio y la cara, el vidrio gana.
Barajas con azogue: Yo barajo.
xxV
(CARPE DIEM)
Todos los días a la misma hora
unos se visten, otros se desnudan,
unos dicen adiós, otros saludan,
alguien ríe a mansalva, y alguien llora.
Todos los días a la misma hora
unos afirman ser lo que otros dudan,
unos fijan su sitio, otros se mudan,
alguien dice «después» y alguien «ahora».
Cada día, en el mismo instante escaso,
alguien lee un poema, alguien lo escribe,
alguien deja de andar, alguien da un paso,
alguien da besos, alguien los recibe,
alguien muere, alguien nace…pero acaso
todos los días el Ayer prescribe.
xxVI
Quien fabrica las máscaras no sabe
a qué rostro se encuentra destinada
cada una; trabaja sin mirada,
no las quiere observar, mientras no acabe.
El que vende las máscaras ignora
su precio verdadero; sólo sabe
que mientras más costosas es más grave
el secreto a ocultar, la tez traidora.
El que compra las máscaras no piensa
en el lúdico susto, ni en la forma,
ni siquiera en el precio y la medida.
Compra una máscara y otra y otra: inmensa
colección que la vida le transforma
en una y otra y otra y otra y otra vida.
xxIX
Por la mañana no nos parecemos
al ser que fuimos antes de acostarnos.
Llegamos al espejo y al mirarnos
a duras penas nos reconocemos.
Nos asustamos o nos sorprendemos
(según nuestra afición a enmascararnos)
y en baja voz solemos preguntarnos:
«¿De dónde usted y yo nos conocemos?»
Por la mañana (legañoso todo:
dentífrico, agua, vidrio, enjabonarse),
todos somos el otro, el del apodo,
el que temía, incluso, enmascararse.
Por la mañana nadie encuentra el modo
de saber si es o no quien fue a acostarse.
xxXI
Uno llega a la fiesta y lo primero
que hace es quitarse el rostro, sacudirlo,
voltearlo, colocarlo en un perchero
y hacerle una marquita (sin decirlo).
La marca es por si llega un forastero
sin máscara y sin rostro, y quiere asirlo.
La marca es por si acaso, por si pero,
por si bueno, por si hay que readmitirlo.
La marca es por si el rostro, licencioso,
pretende irse con otro enmascarado.
La marca es porque un rostro es peligroso
si sabe que no está identificado.
Uno llega a la fiesta y lo primero
que hace es quitarse el rostro, sacudirlo,
voltearlo, colocarlo en un perchero
y hacerle una marquita (sin decirlo).
xxXII
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNo sé cuál es la cara que me mira
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcuando miro la cara del espejo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxJ. L. Borges
En esta fiesta todo el mundo aplaude
y asiente y bebe y vitores incluso.
Ya nadie sabe dónde empieza el fraude,
o si hay fraude o no hay. Alguien dispuso
un baile…y ya… Después nadie sospecha
que hay vida en el espejo del lavabo.
Nadie sabe por qué, lugar, ni fecha.
Tú empiezas, ella sigue, y él/yo acabo.
En esta fiesta todo el mundo bebe,
hay sexo en cantidades industriales,
se fuma cuanta hierba el otro pruebe.
Después todos los rostros son iguales.
Después…ya sabes: todo el mundo debe
limpiar el vidrio de ojos residuales.
Díaz-Pimienta, Alexis. Fiesta de disfraces. Madrid; Ed. Calambur, 2008.
LA SEXTA CARA DEL DADO
TESEO
xxxxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxxxs
xxxxxxxxxxxxxt
xxxxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxxxd
xxxxxxxxxxxxxé
xxxxxxxxxxxxxc
xxxxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxxxm
xxxxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxxxs
xxxxxxxxxxxxxu
xxxxxxxxxxxxxn
xxxxxxxxxxxxxh
xxxxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxxxl
xxxxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxxxy
xxxxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxxxl
xxxxxxxxxxxxxM
xxxxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxxxn
xxxxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxxxt
xxxxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxxxu
xxxxxxxxxxxxxr
xxxxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxxxl
xxxxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxxxs
xxxxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxxxb
xxxxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxxxr
xxxxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxxxg
xxxxxxxxxxxxxr
xxxxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxxxs
xxxxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxxxr
xxxxxxxxxxxxxé
xxxxxxxxxxxxxn
xxxxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxxxh
xxxxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxxxb
xxxxxxxxxxxxxr
xxxxxxxxxxxxxá
xxxxxxxxxxxxxl
xxxxxxxxxxxxxl
xxxxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxxxv
xxxxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxxxq
xxxxxxxxxxxxxu
xxxxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxxxm
xxxxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxxxd
xxxxxxxxxxxxxé
xxxxxxxxxxxxxf
xxxxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxxxr
xxxxxxxxxxxxxz
xxxxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxxxs
xxxxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxxxs
xxxxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxxxl
xxxxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxxxc
xxxxxxxxxxxxxr
xxxxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxxxp
xxxxxxxxxxxxxt
xxxxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxxxl
xxxxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxxxb
xxxxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxxxr
xxxxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxxxn
xxxxxxxxxxxxxt
xxxxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxxxs
xxxxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxxxl
xxxxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxxxd
xxxxxxxxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxr
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxc
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxh
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxz
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxq
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxu
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxxxxxr
xxxxxxxxxxxxd
xxxxxxxxxa
xxxxxxd
xxxe
xxxxxr
xxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxc
xxxxxxxxxxxxxxh
xxxxxxxxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxl
xxxxxxxxxxxg
xxxxxxxxxxxu
xxxxxxxxxxxn
xxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxm
xxxxxxxxxxxb
xxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxd
xxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxx
xxxxxxxxxxxt
xxxxxxxxxxxr
xxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxf
xxxxxxxxxxxl
xxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxc
xxxxxxxxxxxh
xxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxq
xxxxxxxxxxxu
xxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxA
xxxxxxxxxxxr
xxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxd
xxxxxxxxxxxn
xxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxn
xxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxs
xxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxs
xxxxxxxxxxxp
xxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxc
xxxxxxxxxxxh
xxxxxxxxxxxó
xxxxxxxxxxxn
xxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxe
xxxxxxxxxxxl
xxxxxxxxxxxM
xxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxn
xxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxxt
xxxxxxxxxxxa
xxxxxxxxxxxu
xxxxxxxxxxxr
xxxxxxxxxxxo
xxxxxxxxxxin
xxxxxxxxxxxi
xxxxxxxxxxxy
xxxxxxxxxxxo
la trampa estaba mal hecha
Díaz-Pimienta, Alexis. La sexta cara del dado. Décimas. Almería; Arráez editores, 2004.
CONFESIONES DE UNA MANO ZURDA
LA MODELO Y EL PINTOR
I
Un pintor ciego retrata
a una muchacha desnuda.
Duda. Pinta. Otra vez duda.
Da otra pincelada. Trata
de serle fiel. No se ata
al clásico claroscuro.
Se siente fuerte, seguro.
La modelo es la primera
vez que posa. Quinceañera.
Rostro infantil. Cuerpo duro.
II
La modelo teme ser
pasto de la eternidad.
Desnuda, en la claridad
teme desaparecer.
La modelo teme ver
su cuerpo (óleo sobre tela).
Llora. Teme que le duela
la versión que haga el pintor.
El llanto altera el color,
cambia el cuerpo que modela.
III
El pintor no ve, no sabe
del llanto de la modelo.
Ya sobre la tela hay pelo,
ojos, cejas, gesto grave.
El pintor quizás acabe
cinco o seis horas después.
El pintor ha estado un mes
soñando con retratarla,
deseando eternizarla,
sufriendo su indesnudez.
IV
La modelo odia al pintor,
pero el pintor no, la ama.
Lienzo, ceguera, amalgama,
negrura, aguarrás, color.
Entre los dos, odio/amor.
Entre los dos, cara /cruz.
Se miran a contraluz.
Se soportan con esfuerzo.
Saben que son el anverso
y el reverso de la Luz.
DÉCIMAS UNDERGROUND
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPara Yoss
Cine Yara. Medianoche.
Huele a cannabis La Habana.
Es larga la caravana
de lycras, largo el derroche
de tatuajes… (No hay anoche
ni mañana, sino ahora).
La vista de una Señora
se estrella contra la espalda
de un ángel púber, su falda
tan escandalizadora…
Esto es 23 y L.
Luces de neón. Mulatas
de cinturas tan baratas
que no alcanzarlas nos duele.
Un metro cuadrado huele
a fresa y otro a María.
La Rampa está todavía
leporina y charlatana,
machista pero lesbiana,
dandy pero policía.
El M-6 alborota
las lozas que ilustró Amelia.
David sale de Coppelia
desnudo y nadie lo nota.
Un extranjero rebota
sobre una grupa nocturna
y le gusta, se embadurna
de esa negritud cutánea:
mixtura mediterránea,
plebiscito ante esta Urna
cuidada por Afrodita
y Safo y Anaïs Nin
y Ochún, Changó, el Yan y el Ying…
Ahora el extranjero invita
a un trago en El Floridita
sobándose los bolsillos.
(Siguen pasando pitillos).
Grunge, heavy, reggae, rap, pop.
Semáforo en rojo. Stop.
Bicitaxis y «amarillos».
Marilyn Manson y el Che
en dos pulóveres blancos.
Tres gays riendo en los bancos
que hay en 23 y P.
Más bicitaxis (Revé
saltando de sus bocinas).
Travestis en las esquinas,
y gigolós y emigrantes
y yumas… (y vigilantes
esperando sus propinas).
Todos los taxis van llenos.
«¿Y a la Casa del Coctel?»
«¿Y al Club Scheherezada?» «¿Y el
bar Periquitón?». ¡Qué ajenos
están estos chicos buenos
de la cruda realidad!
Está toda la ciudad
tomada por rastafaris
y Gildas y Mata Haris
y Drag Queens. Hay cantidad
de Bob Marley con sus trenzas
de dreadlocks -contemplativos-,
hay frikis interactivos,
y punks de crestas inmensas
y huele mal (las despensas
y sótanos de La Habana
son campos de marihuana),
huele a semen disecado,
huele a crack adulterado,
huele a sexo en caravana.
No hay muro del Malecón
ni Parque Central, ni taxis…
Sólo lúbrica sintaxis,
tibia yuxtaposición
de pieles. Las calles son
pósteres horizontales.
Las mujeres animales
a punto de desovar.
Los hombres plantas de mar
con piedras vesiculares.
Todo es alucinación,
magia finisecular.
Dejen, niños, de fumar,
basta ya de beber ron.
¿Tatuajes? ¿Perforación
de orejas, labios, ombligos?
Hoy estrenan Sin testigos.
Hoy viene el pollo de dieta.
Hoy dan Visas por libreta.
Hoy bañan a los mendigos.
No hay Coppelia. No hay Habana.
No hay policías azules.
No hay camellos. No hay baúles
repletos de marihuana.
No está Rodrigo de Triana
gritando «¡Negra a la vista!»
No hay éxtasis en la pista
ni Marilyn Manson canta.
La Habana es la Tierra Santa:
Dios es pobre y comunista.
Díaz- Pimienta, Alexis. Confesiones de una mano zurda. Las Tunas (Cuba): Ed. Sanlope, 2004.
YO TAMBIÉN PUDE SER JACQUES DAGUERRE
LA SOLEDAD DEL VIAJERO DE FONDO
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxNada, esta espuma…
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxMallarmé
He conocido a una joven inglesa en el tren rumbo a Roma.
No hemos hablado. Ella leía la prensa en alemán
y me miraba con cierto italianismo en el ojo derecho.
Yo la he mirado, simplemente.
Era rubia como los trigos holandeses,
o como el pubis de las mariposas.
El viaje ha sido largo, y lento, pero ella no ha tenido
tiempo de averiguar qué escribo,
apoyado disimuladamente sobre las pecas de su muslo,
bebiendo sorbos de niebla londinense.
Debe pensar que la dibujo
o que salpico su cara con agua del Támesis
mientras alguien sacude bajo mi camisa campanarios lejanos.
Debe llamarse Helen, por esa forma de peinarse al medio.
Y yo me debo llamar Nadie, por esta forma de desmerecerla.
Cierra la prensa y se levanta como si fuera al baño.
Lo presentía.
Su espalda es la de siempre,
la de escapar de los desconocidos.
PREMONICIÓN FOTOGRÁFICA
Mi rostro debe estar, junto al de mucha gente,
en el álbum de fotos de aquella japonesa
que ante la Catedral de Pisa, de repente,
practicó su deporte predilecto: hacer presa
del vientre de una kodac y de su óptima lente,
de todo lo que debe mostrar cuando regresa
–incluido mi rostro de turista inocente,
ni gótico, ni dórico, ni etrusco…– Qué sorpresa
se va a llevar el día que pregunten sus nietos
quién es el de la agenda y el boli en la camisa.
Tendrá que darme nombre, confidencias, secretos,
(la vieja Catedral se partirá de risa)
y yo seguiré haciendo preguntas y sonetos,
feliz de haberme vuelto un souvenir de Pisa.
MOCIÓN DEL VECINDARIO
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxAl Chaca
Los poetas son la mierda del barrio
lo único verdaderamente desechable.
Cuando la cogen con vestirse mal
o con llevar corbatas incoloras
o con bañarse sólo bajo la lluvia
o con enamorarse de otro poeta muerto
o con hacer ayunos indecentes
o con pintar penes en las paredes
o con domesticar murciélagos domésticos
o con toser dentro de las iglesias
o con ser genios
xxxxxlocos
xxxxxapóstatas
xxxxxadictos
xxxxxconvictos
xxxxxirrestrictos hijos de la Gran Poetisa de su Madre,
cuando la cogen con inmortalizarse,
nosotros, los vecinos decentes,
cómo sobrevivir sin leerlos.
Díaz-Pimienta, Alexis. Yo también pude ser Jacques Daguerre. Valencia: Pre-textos, 2001.
PASAJERO DE TRÁNSITO
LA MUCHACHA DE LOS ASCENSORES
Siempre hay una muchacha
que llega al ascensor en el último instante
para que alguien, gentil, detenga con la mano
la puerta automática.
En Madrid, en Bogotá, en La Habana,
en un hostal de Órgiva o en un hotel de Medellín.
Siempre hay una muchacha, y es la misma.
Lo he descubierto casualmente.
Le he dicho: –Ya te esperaba, entra.
Y ella, con disciplina de muchacha atrasada,
se ha acomodado al fondo, donde siempre.
Todos la miran de soslayo, pero luego la olvidan.
Ella nos mira a todos con familiaridad,
con la certeza de hallarnos en el próximo ascensor,
dentro de poco.
Le he dicho: –Ya te esperaba, entra.
Pero ella sabe que la he esperado en todas las ciudades
y que esta escena se repetirá hasta el último edificio.
En Cartagena del Caribe y en Cartagena del Mediterráneo,
en México, en Milán, en La Habana de nuevo.
Sonríe y no me mira.
Ha descubierto que también soy el mismo:
el oportuno dueño de la mano que detiene la puerta.
Sonríe y no me mira. Así está bien.
Si se distrae, puede ocurrir que llegue
antes de tiempo, al próximo ascensor,
en cualquier parte.
EN LA PISCINA DEL HOTEL SEVILLA
Esa muchacha de la piel oscura,
la que besa y abraza al europeo,
la de las trenzas falsas, la que apura
una cerveza Hatuey, la del seseo
impostado en su argot de tierra dura,
de barrio bajo, de hábil cubaneo;
esa muchacha, la de la cintura
como un violín tensado de deseo;
esa muchacha con la noche puesta
a lo largo del cuerpo, la que acuesta
toda su sombra sobre el sol de Europa;
esa muchacha ignora que yo existo,
que le escribo un poema, y que la visto
con versos, mientras él quita su ropa.
EL POETA FRUSTRADO
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxY alguna vez condecorarán al poeta
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxpor usar palabras como fuego.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxJuan Gelman
A veces quisiera ser un poeta social,
de esos que esriben versos duros como panes viejos,
versos obscenos,
xxxxxxxxxxxxgordos,
xxxxxxxxxxxxxxxasfixiantes.
A veces quisiera ser Juan Gelman,
poner la palabra «fuego» en una estrofa,
escribir un verso largo como el silbido de una bala.
Pero estoy en un parque,
esperándote,
llegas de pronto,
con tu saya cortísima,
y el viento abre todas las cárceles.
Díaz-Pimienta, Alexis. Pasajero de tránsito. Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones Excmo. Ayto. de Las Palmas de Gran Canaria, 1997.