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DOS POEMAS DE ‘HIJA LUNA’

.

DESCRIBE EL CIELO EN UNA POSTAL

El .cielo .no .es .como .mi escritorio, que me pone nerviosa. Lleno de cartas que
no puedo responder, con montones de libros .que debería leer para luego hablar
de ellos, lleno de posibilidades .de .trabajo .y de dinero, y, peor aún, al fondo de
todo, de peticiones de poemas que .aún .no .estoy .en condiciones de escribir, o
que .no .me .he .organizado .todavía para pasar a máquina y enviar. No, el cielo
está vacío, incluso cuando está .lleno .de .nubes, porque nadie tiene que respon-
der a una nube. ¿Y qué es una .nube, de .todos .modos? Nada importante como
un poema. ¿Pero cómo es que nos volvemos aquello que siempre hemos despre-
ciado o de lo que nos hemos burlado? Hoy, las .nubes .del .cielo .parecen dalias
negras. Tienen los bordes .suaves .y .afilados. Contienen lluvia; me recuerdan a
mi chal negro de seda.

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TAZAS DEL CAMPAMENTO DE GEORGE WASHINGTON

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx«Sé amable contigo», dijo ella
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxel pasado febrero. «No olvides las pequeñas
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxcosas. Un buen libro. Una taza de té».

Aquel invierno en Valley Forge
fue uno
cuyo recuerdo ha de hacernos llorar.
Las bocas deshechas,
los abrigos ajados.
La comida que escasea. El rancho podrido,
con gusanos.

El general Washington, mi padre,
guardaba en tazas, para su tranquilidad,
dieciséis dólares de plata;
eran pequeños cilindros para beber
grog,
bebida de marineros,
combustible para el soldado.
Y supongo que algunos, inflamados de celo revolucionario, verían con desprecio
que velase por su tranquilidad
cuando los hombres estaban muriéndose de hambre
y de frío
xxxxxxx(«Cómete la verdura, cariño.
xxxxxxxPiensa en los niños que se mueren de hambre en
xxxxxxxla India»).

Los mismos que me miraban a mí con desprecio en los 60.
xxxxxx(«¿Cómo puedes escribir poesía
xxxxxxcon el mundo desmoronándose?».

Como si
fuera la primera vez
que el mundo se
desmoronaba
y yo pudiese hacer algo
para enmendar aquella catástrofe.

¿Pero seguro
que no?
¿O cómo podíamos estar allí, dando vueltas
con bombarderos plateados
o andando, con pesados pies de plomo, en la polvorienta superficie de la Luna?
En esta época tecnológica,
me pregunto si era realmente imposible volver a juntar los trozos de Humpty
Dumpty,
porque, aunque andrajoso y cubierto de cicatrices,
aunque ya no fuese el viejo huevo inocente,
seguro que había maneras de recuperarlo,
de reciclarlo.

¿Cambio?
¿Crecimiento?
¿Los hemos excluido del mundo? ¿Solo
lo sueva
y flamante
es viable?

«Sé amable contigo.
No olvides las pequeñas cosas.
Un buen libro.
Una taza de té».
Pero, ah, el dolor de la advertencia,
que nos recuerda la diferencia entre un veraneante aventurero
que explora la exótica Elba
y el soldado de juguete roto y descompuesto ahí
exiliado.

Este año
me he tomado miles de tazas de té.
Y con la taza del campamento de George Washington,
muchos grogs.
El Medio Oeste me oye leer libros
mientras mi voz flota, como una sirena, en las olas de Laguna Beach.
Sin ideas de orden,
pero con pensamientos de amor, de perderlo,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxdel dolor.
Los hombres de George se morían de hambre
y de frío
en una lucha que la mayoría eran demasiado jóvenes para comprender.
Él escribía cartas, todos los días, a las cuatro de la mañana.
El grog caliente humeaba en la taza del dólar de plata.

Es invierno y veo por la ventana
al Rey de España,
que no lleva ropa adecuada para aguantar la tormenta de nieve,
sino zapatos dorados, sedas finas y el bigote helado,
y que sigue dejando huellas.

«Sé amable contigo», advierto a todo el mundo
mientras espero la taza de té.
Y espero al Rey de España
mientras sueño con George, mi padre,
con Beethoven, que me rescató,
con David, que está muerto y enterrado en una playa de California,
y con todos los hermosos hombres que he amado;
porque amar es
el secreto, no
ser amado.

¿Qué virtud hay en la recobrada suavidad del huevo
excepto la belleza de su perfecto nacimiento?
Quiero que recompongan a Humpty Dumpty
para amarlo por sus bordes dentados, irregulares,
y la yema mezclada con la clara.
Prueba de que está vivo.
Prueba de vida.

George, brindo por ti.
M., te quiero.
Beethoven, quiero oírte en Cayo Hueso.
Sed amables
con vosotros,
todos.
No olvidéis las pequeñas cosas.
Un buen libro.
Una taza de té.
Un huevo, recompuesto, no
por magia,
sino con paciencia y esfuerzo.
Con amor.

.

.

.

.

Wakoski, Diane. Esperando al Rey de España (Trad. Eduardo Moga). Madrid; Bartleby editores, 2022.

.

 

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