LOS OJOS FRÍOS DEL VALS
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NOSTALGIA PRIMERA O AMANECER
Esta tristeza de violín
desenroscada por los ojos,
estas rosas marchitas,
la claridad de un nuevo día
manchando mis refugios,
deslumbrando,
buscándome.
xxxxxxxPor dentro de la muerte
xxxxxxxsolo se escucha
xxxxxxxnuestro propio silencio.
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NO ES POSIBLE QUE NO QUEDE NADIE
He aprendido muy pronto
el mecanismo de la ausencia.
Estar triste consiste
en inventar un bosque
al que poder marcharnos
cuando no quede nadie,
cubrirlo de leones y de besos
y de todos los cuentos
que un día nos contaron
para poder dormir.
He empujado la puerta muy despacio
con la esperanza de encontrarme
a alguien que me esperara.
Entre la lluvia y yo solo estaba tu cuerpo.
xxxxxy esta melancolía que me abrasa
xxxxxy los racimos de leones
xxxxxque olvidaste plantar a orillas de mi llanto.
Alguien canta a lo lejos y me recuerda que la muerte
es una casa dócil con paredes azules
donde pronto olvidamos
xxxxxxxxxxlas razones del miedo.
Nada de esto es posible, ¿lo comprendes?
Aún no he aprendido
el mecanismo de la ausencia.
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SOROLLA, EL VERANO
Regresa igual que un cosquilleo
la flor azul de mis veinte años,
playa de la Caleta, el corazón aún en pleamar.
Aquel antiguo balneario nos hacía soñarnos
personajes de un cuadro de Sorolla.
El cielo desmembraba
islas de sol en mi cabello.
Nos sentamos allí, junto a la orilla,
burlándonos del tiempo
y buscando en las nubes
mundos desconocidos poblados de libélulas.
El poema, dijiste, no cabe en una lágrima.
Estoy pensando en ti mientras escribo,
en aquel balneario
y en el vestido blanco de un cuadro de Sorolla.
Estoy pensando en ti
desde el mundo desconocido de tu ausencia,
burlándome del tiempo como hubieras querido,
guardándome las nubes y las islas de sol
—también tu corazón—
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxen el poema.
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HE HEREDADO EL COLOR DE SU MIRADA
Alguien cruza el espejo cuando lloro
y se detiene aquí a mi lado
para hablarme de sueños envejecidos
y de ciudades rotas cerca del mar.
Reconozco sus ojos, la tristeza que habita
sus hondas galerías,
como súbita luz en los cristales
cuando ya no esperamos
nada más que la sombra.
Después alza la voz,
se ríe gravemente de la muerte,
me canta una canción
que nos pertenecía
y queremos marcharnos,
pero nunca sé dónde.
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EVERYBODY’S TALKING AT ME
Carretera, verano del 97,
urgencia delicada de atardeceres.
Desde el asiento trasero del Peugeot,
el universo no entendía aún
la dirección precisa del futuro.
Cómo hablar de aquel tiempo.
Hoy,
caravanas de autómatas
emigran a la noche
y la presencia absurda
de algún polígono industrial
del horizonte
me despierta una sed feroz
de llover a lágrima viva.
Carretera,
xxxxxxxxxverano.
En la mecánica del viento
pienso en tus manos multicolores,
en la verdad indómita de tu mirada.
Como en aquella canción de Nilsson,
todo el mundo está hablando,
pero no escucho una palabra.
xxxxxxxxLlegará el día en que también
xxxxxxxxañoraremos este tiempo.
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1936
Devolvedles la voz a aquellos muertos.
A los hombres que aúllan debajo de la tierra,
a los huesos sin nombre, a los naufragios.
A una flor blanca malherida por un fusil:
ese rostro que salvajemente se asoma a la noche
y nos increpa igual que si lo conociéramos.
Lo separamos en dos mitades: la nuestra
y la del mundo de los desaparecidos.
Escucho las sirenas, los disparos que tiemblan
frente a las barricadas: vuelven con el atardecer
a taparnos la boca, a convocarnos
junto a los muros de cal del cementerio
y yo no puedo
darme la vuelta como un verdugo
y yo no quiero
invocar al olvido
y están tan solos esos hombres
en sus tumbas anónimas.
Devolvedles la voz
para que no se mueran.
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LO QUE SUCEDE
El paisaje me sueña como un lobo dormido.
A veces
me cuestiono la realidad de mi existencia.
Mientras,
el amor se acurruca en las fotografías,
es una criatura mitológica
que me recuerda un tiempo
en el que no me conformaba
con sobrevivir.
Ahora,
despeino con un gesto de cansancio
los cabellos del miedo,
abandono la máscara sobre la mesa
y comprendo que esto que sucede
es todavía
xxxxxxxxxxxxla vida.
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Casado, Marina. Los ojos fríos del vals. Gijón; BajAmar editores, 2022.
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