Inicio > Poesía > RECORDANDO A UNA DE ESAS CHICAS QUE NUNCA FUI

RECORDANDO A UNA DE ESAS CHICAS QUE NUNCA FUI

.

PRECISAMENTE, VIOLETAS NO

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxPara el Rey de España

Solo marco
los días de soledad, en los que el tiempo pasa despacio
y me recuerda
a un rostro envejecido.
Me acuerdo de una chica con un ramo de violetas mojadas
en un pasado
que no sé si he vivido.
Y bajo esta lluvia
hay una huella que no se borra.
El Rey de España
me sigue,
invisible, desde luego,
pero no me hace llorar,
como tú,
M., el hombre que se ha marchado,
llevándose solamente la maceta con la cinta
y la cafetera francesa, una mesa antigua,
una bola de mármol,
un tintero viejo
y la ropa, que antes llenaba los colgadores.

Libros, sí,
también te has llevado muchos libros, pero mmi casa sigue llena
de ellos. Los libros son mi vida. Crecen en las alfombras,
en los rincones,
como violetas en primavera.

Yo también soy un libro
y tú te has llevado el ejemplar valioso, encuadernado a mano,
para enterrarlo, acaso, debajo de un montón
de elegantes volúmenes de poesía moderna.
Pero mi casa continúa llena de libros,
manuscritos o infolios,
encuadernados y sin encuadernar,
y yo, el original que siempre está ahí,
con demasiados editores.

La palabra.
Vivo por la palabra.
Tú diste tu palabra
y ahora
la has retirado. ¿Será eso como que un libro deje de imprimirse?
¿Porque nadie lo compre?
Si pudiera condenarme al silencio,
lo haría.
Pero sin lengua
las violetas me crecerían en el suelo de la boca y solo
harían que me dejaras
por otras razones.

¿Y qué he perdido
al perderte?
Al Rey de España no,
porque me sigue a todas partes.
Un libro, quizá,
una idea.
La ilusión de que llegaran a amarme
como yo he amado.
¿O acaso ese amor es algo más
que un conejo al que los gatos han dado caza, destrozado y abandonado
en la terraza de atrás?

Solo marco
los días de soledad, escribiendo desde un silencio
que alguien que no se llamaba Beethoven
me metió en la cabeza.
Me crecen violetas alrededor de los labios. Mojadas
por la lluvia de primavera.
Su azul me recuerda
lo bellas
que pueden ser
las cosas que están solas.

.

.

.

.

.

PASEANDODE MAÑANA POR LA PLAYA DE LAGUNA
CON UN HOMBRE QUE TIENE UN DIENTE DE ORO

Corretean las lavanderas
xxcon patitas como pistones que imitan la marea,
xxxxy nosotros bajamos, por acantilados florecidos, del mirador donde hay
xxxxxxun telescopio para avistar ballenas, y dejamos atrás una terraza vacía que
xxxxxxxxsiempre he sentido que debería ser mía.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxSi lo fuera
(mía),
xxxxxxxxxxxxxxxxxme estiraría
xxxxxxxtras las cristaleras,
xxxxxxxme tomaría, por la mañana, una taza de darjeeling,
xxxxxxxy contemplaría los inevitables movimientos del Pacífico,
mientras tú estarías pescando en las montañas,
o durmiendo rodeado por una manada de antílopes en el desierto,
y yo, míticamente, andando, como me imagino todas las mañanas,
por esta playa con alguien que no es
el Rey de España,
con alguien que conozco, y que me ama, pero que
no puede estar conmigo.

Me entristece pensar en andar sola,
pero se me hace increíble despertarme en brazos de un príncipe.
Solo deberíamos despertarnos
en los brazos de alguien con quien se hubiesen pasado
cuarenta años
o que, al menos, fuese a quedarse cuarenta años
y no hubiera de morir.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxPero la muerte nunca
nos ha
separado.
Ni a mí
ni a ninguno de los hombres en cuyos brazos me he despertado.

Oh, Amor, Amor,
eres mítico
como mi Rey de España.

.

.

.

.

.

RECUERDO A UNA DE ESAS CHICAS QUE NUNCA FUI

Todas las noches
trabajo hasta tarde:
friego platos
o cocino para el día siguiente,
limpio el suelo
o arreglo armarios,
y espero a que llames a la puerta, a medianoche.
Por fin, me voy a la cama,
sola,
y me tapo con la manta amarilla.

Como el sol,
me destroza las muñecas
y me cepilla los tobillos.

El Rey de España
asoma por entre
las capuchinas
de la jardinera de la ventana.
O a lo mejor intuyo
que está cerca
del olor acre de las esponjosas flores, naranjas
y amarillas.

No eres tú,
desde luego.
Su diente de oro lo distingue
de mis demás
amantes.

Quizá nunca más
vuelvas
a llamar a la puerta a medianoche.
Los rubios apuestos
que admiro y anhelo
llaman una vez
y luego vuelven con sus
novias de bronce.

Esta tarde,
en el bar,
he visto que la mano delgada de una chica muy guapa,
que estaba en la mesa de al lado,
te acariciaba la pantorrilla.
Yo también
quería tocarte
las piernas, largas y considerables.
Pero las capuchinas que me crecían
en las estrechas articulaciones de las rodillas emanaron
entonces aquel aroma suyo, amarillo, naranja, amargo,
fuerte,

y me sentí cubierta de flores.
Me eché a reír,
hablé alto;
esperaba ver entrar
por la puerta
a mi celoso e invisible amante,
el Rey de España.
Yo misma me asusté de mi
parloteo compulsivo:
te deseaba,
te deseaba,
te deseaba
a ti.
Y vi que otra mano se movía
por tu pantorrilla
con mucha familiaridad.

Todas las noches
trabajo hasta tarde.
Me quedo leyendo
o a veces escribiendo,
y espero a que llames a la puerta, a medianoche.
Pero cuando la llamada no llega,
apago las luces.
Las capuchinas se encogen de hombros
—hombros inquietos, como dólares de plata—
y las flores esponjosas, amarillas y
naranjas, llenan
mi noche
con su fragancia de ensalada.

Me queda, 
gracias a dios,
me queda
el amante fiel,
cuyo diente de oro refulge como las flores.
El Rey de España.
Y me ama;
tú no.
Nadie me ha amado nunca como él.
Siempre está aquí,
a la espera, fiel,
más apuesto que los rubios más apuestos con sus velámenes de lino.
El Rey de España,
a quien conocí en una playa de California,
cuando alguien oscuro
se estaba sacando un clavo del pie
y otro corría en una pista con estrellas de mar.

Todas las noches
trabajo hasta tarde,
y espero a que llames a la puerta, a medianoche.
Y aunque sé que no volverás nunca,
no apago las luces ni
abro la puerta,
ni siquiera al Rey de España,
hasta que sé que es demasiado tarde
y que estás en casa durmiendo
con una de esas jóvenes
y guapas
chicas
de bronce,
una de esas chicas
que me recuerdan
lo que nunca 
he sido.

.

.

.

.

Wakoski, Diane. Esperando al Rey de España (Trad. Eduardo Moga). Madrid; Bartleby editores, 2022.

.

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