MAGRO CONSUELO
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MAGRO CONSUELO
La lucha del hombre contra el hombre,
según fuentes fidedignas
cercanas al Ministerio del Interior,
será nacionalizada en su momento,
hasta la última gota de sangre.
Saludos de Thomas Hobbes.
Una guerra civil librada con armas desiguales:
la declaración de impuestos de un hombre
es la cadena de la bicicleta de otro.
Envenenadores e incendiarios
deberán organizar un sindicato
para proteger su puesto de trabajo.
Nuestro servicio carcelario
es abiertamente liberal.
Ofrecen El Sistema de Ayuda Mutua
en el Mundo Natural, de Kropotkin,
encuadernado en plástico negro, lavable,
como un manual de estudios.
Magro consuelo.
Para desaliento nuestro, nos hemos enterado de
que no existe la justicia, y más aún,
para nuestro mucho mayor desaliento,
fuentes informadas rebosantes de placer
nos han comunicado
que nada remotamente parecido
puede o debe existir, ni existirá jamás.
Todavía no está claro
dónde reside la culpa. ¿En el pecado original?
¿En la genética? ¿En los cuidados a los recién nacidos?
¿La falta de educación sentimental?
¿El capitalismo? ¿Una dieta poco saludable?
¿El diablo? ¿El machismo?
Averiguarlo sería bueno, sería
un bálsamo en las heridas de la Razón.
Lamentablemente, no podemos abstenernos
de violentarnos, de crucificarnos unos a otros
en el cruce más próximo
y de engullir después los despojos.
Estamos molestos, pero no sorprendidos
por nuestras diarias atrocidades.
Lo que nos anonada
es la tácita ayuda,
la generosidad infundada
y la dulzura angelical.
Es hora ya, por lo tanto,
de exaltar con verbo encendido
al camarero que escucha horas enteras
los lamentos del hombre impotente;
la misericordia del representante de galletas
que rompe a última hora
la orden de ejecución;
a la beata que oculta
inesperadamente al desertor que llama a su puerta;
y al secuestrador, súbitamente fatigado,
que renuncia a su enmarañada tarea
con una débil sonrisa de complacencia.
Dejamos el periódico encogiendo los hombros,
llenos de alegría, la alegría
que sentimos cuando termina la película,
se encienden las luces en la sala de cine, afuera
la lluvia ha cesado, y anhelamos
dar una calada al cigarrillo.
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Enzensberger, Hans Magnus. El hundimiento del Titanic (Trad. Heberto Padilla). Barcelona; Ed. Plaza y Janés, 1998.
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