UNA BODA EN EL INFIERNO
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COMPAÑÍA SINIESTRA
Justo el otro día
en una calle concurrida
te detuviste para buscar en tus bolsillos
algo de cambio
y te diste cuenta de que te estaban siguiendo:
ciegos, sordos, locos y vagabundos,
que mantenían la distancia por respeto.
¡Eres nuestro Rey!, gritaron.
¡Nuestro jefe de filas!
¡El mejor domador de leones del mundo!
En cuanto a tus bolsillos,
había un agujero en los dos.
Y en esto que se acercaron,
tocándote por todo el cuerpo,
y te colocaron una corona de papel en la cabeza.
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EL MUNDO
Tú que me torturas
cada día
con tus muchos crueles instrumentos,
y yo a punto de confesarte
mi desesperanza
más oscura que todas tus más oscuras
noches.
Del día en que me trajiste
la foto de una mujer
y un niño huyendo
por una carretera rodeada de árboles,
y luego otra imagen de ellos dos
ya caídos
con la cabeza sangrando
en el mismo sinuoso camino
con su cielo sin nubes
del final del verano
y sus árboles temblorosos
con la primera brisa fría
de los días en que ponemos
toda nuestra confianza en el mundo
sólo para ser engañados.
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CARTEL DE «SE BUSCA»
Desde la enorme oficina postal cerrada,
lo escuché susurrar
con la boca salpicada de moscas
mientras yo apuraba el paso en la calle.
Bestia maldita, dijo.
Con ojos oscuros y malvados bajo las tachuelas oxidadas,
¿quién te ha dado permiso hoy
para andar sonriéndole a cada mujer que te encuentras?
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EXPLICANDO UNAS CUANTAS COSAS
Todo gusano es un mártir,
todo gorrión, un objeto de injusticia,
le dije a mi gato
porque no había nadie más alrededor.
Está lloviendo. A pesar de sus inmensos ejércitos,
¿qué pueden hacer las hormigas?
¿Y la cucaracha en la pared
como un camarero en un restaurante vacío?
Voy a bajar al sótano
para acariciar a la rata atrapada en la trampa.
Tú observa el cielo.
Si se despeja, araña en la puerta.
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AMOR DE PULGA
Él sacó una pulga
de la axila de ella
para guardarla
y cuidarla
en una caja de cerillas,
incluso pinchándose el dedo
de vez en cuando
para alimentarla
con gotas de sangre.
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LOS PLACERES DE LA LECTURA
En su lecho de muerte mi padre está leyendo
Las memorias de Casanova.
Yo observo cómo cae la noche,
unas cuantas ventanas se iluminan al otro lado de la calle.
En una de ellas una joven está leyendo
cerca del cristal.
Hace un rato que no levanta la vista,
ni siquiera con la oscuridad que se acerca.
Mientras queda todavía un poco de luz,
quiero que mueva la cabeza,
para que pueda verle la cara
que ya me he imaginado,
pero su libro debe de ser de suspense.
Además es silenciosa,
y cada vez que pasa una página,
puedo oír a mi padre pasar también otra,
como si estuvieran leyendo el mismo libro.
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PANTALLA OSCURA DEL TELEVISOR
El recuerdo de la maldad de aquel día
es como un puesto de carne cubierto de moscas.
El alma que salió volando por la ventana abierta.
El corazón masticado como la pelota de un perro.
Hay una bota levantada sobre todos nosotros
como en un libro infantil.
Una bota militar con clavos incrustados,
bajo los que se escabullen las hormigas.
Oh Cordelia, mi nombre es Lear. Mi nombre es
Primo Levi. Estoy desnudo y sentado entre
la ventana abierta y la pantalla oscura del televisor,
mis manos y mi sexo, bañados en el fuego de la noche.
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ORACIÓN
Tú que sólo reconoces el momento presente,
oh, Señor,
Tú que nada recuerdas
de lo que antes hubo,
que admiras la belleza
de un niño muerto,
y de los amantes abrazados
en un campo de flores amarillas.
La partida de ajedrez
y las grietas en la casa de los pobres
son tan interesantes
como incomprensibles para Ti,
que sabes qué es ser un tigre,
o un ratón en un momento de peligro,
pero que no conoces mis pesares,
mis soledades,
o mi infinito terror hacia Ti.
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ESCRITOR DE SUSPENSE
Pensé, bueno, ya que no puedo dormir
saldré a dar un paseo.
Después de la lluvia, siendo tan tarde,
las calles deben de estar desiertas.
Las sombras oscuras y mis pensamientos
me harán compañía.
Como me esperaba, no había nadie.
Los vagabundos de la noche, los amigos insomnes,
todos aquellos incapaces de ser felices,
¿dónde estaban todos ahora?
Fui vagando por calles tan mal iluminadas,
tan infames y desoladas,
que aceleré el paso. Todo parecía
abandonado hacía tiempo.
Cerrado para siempre e inmune a la discusión
quise mirar a la vuelta de la siguiente esquina
y a la siguiente, y a la siguiente,
más allá del último coche oxidado:
Había una mujer pintada en un portal,
en otro lugar un cuchillo apuntando hacia mí,
una iglesia de garaje con las luces encendidas,
Jesús arrancado del altar
tendido en la acera,
con la boca abierta y en silencio.
Empecé a correr, desabrochándome el abrigo
con los dedos manchados de tinta.
Pensando, eres un escritor de suspense
y esta noche y esta ciudad
¡son el producto de tus manos!
¡Pero no tenía a nadie en mente!
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Simic, Charles. Una boda en el infierno (Trad. Nieves García Prados y Javier Gutiérrez Lozano). Granada; Valparaíso ediciones, 2022.
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