SEVILLA AZUL
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SEVILLA AZUL
¡Harto ya de la vieja e invencible zapadora, la Sed,
que implacable socava el ciclo no alcanzado
del Sueño! Es en esta hora
cuando uno casi podría
sucumbir a la proclama de Breton:
consiste el más simple acto surrealista
en salir a la calle, revólver en mano,
y disparar al azar
sobre la multitud sin detenerse.
En la luna del desvencijado armario,
donde acaso un chico tímido se miró una vez,
mi torso sudoroso
flota como araña de luz tenue. Mi
hosco gemelo bebe en el lavabo anaranjado:
lascivo monje bañado en mandarina,
un vaso alzado
a los labios, barba candente de musgo broncíneo,
y una impúdica erección en los filos casi
vanos de la luz. La brillante
mañana inevitable,
paciente derrotada, se asoma tras los cristales
y parteluces, se ha instalado fuera
de las muy altas ventanas de espesos cortinajes
sobre la cama.
Aquí los planos, también los del espejo,
son complejos como un interior de Velázquez.
En uno yaces tú en la cama, absorbiendo
tu rostro boca abajo
su colcha de color azul eléctrico,
desmadejado —pienso— como un cadáver expuesto.
Acaso una vez hubo un encuentro amoroso.
Acaso una vez hubo
un enrejado de rosa o un prado de turquesa.
Mas parecen saber esta mañana las campanas
dónde estamos, cómo deseo tomarte, y que ardo
por traspasarte el corazón.
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Higtower, Scott. Hontanares. Madrid; Ed. Devenir, 2012.
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