SALMO DE LOS BIENAVENTURADOS
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SALMO DE LOS BIENAVENTURADOS
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxÁvida vena, dame tu cordel.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxAntonio Gamoneda
Bienaventurado el que a los cuarenta años aún no ha conocido la
xxxxxrecompensa y llama virtud al cordón de un zapato,
el hombre sin convicción que tumbado en la hierba pasa el día
xxxxxdurmiendo y discute sobre el esfuerzo con los
xxxxxsaltamontes.
Bienaventurado el que soporta el préstamo de la verdad, el
xxxxxexcavado en piedra y el que construido en paja es
xxxxxalternativamente señor de la nada y rey de un solo vasallo.
Bienaventurado tú que sin llamarte Juan no eres otro que Juan el
xxxxxexplícito, el padre del aire cuyos hijos heredarán los
xxxxxmolinillos de viento.
Bienaventurado el que ha pasado la noche con la insignificancia,
xxxxxporque embellecido por la privación será de él alguna vez la
xxxxxausencia,
el que es vecino de dos bocas, el de la voz menuda al que le falta
xxxxxun diente, el hombre sin pretexto que tuvo un asno, una
xxxxxboina, un chivo.
Bienaventurado el que ante el argumento de la pólvora tuerce su
xxxxxhocico de linterna y habla alto, el que paga su aullido con
xxxxxla vida, el que en un instante es articulación de lobo y
xxxxxárbol de rodillas.
Bienaventurado el pájaro cuyo canto despierta el corazón de una
xxxxxmadre en las ramas de la tristeza.
Bienaventurados el manco y su violín de oxígeno, la abeja del
xxxxxazúcar que liba la corteza de los licores blancos.
Bienaventurado el viajero que vaga en lo concéntrico y traduce el
xxxxxlímite, la fertilidad del sacrificio, la teología de las medallas
xxxxxde la luna.
Bienaventurado el que emigra al borde de su amor, porque de él
xxxxxserá la extraña fruta del animal del sábado.
Bienaventurado el esqueleto de Rimbaud y su pájaro influyente,
xxxxxúnico héroe en el festín del cráneo.
Bienaventurado el que ante la alusión de los espejos se vuelve
xxxxxpensativo y amablemente azul sus lágrimas ignora.
Bienaventurado lo inmortal del muerto, la excusa del sombrero y
xxxxxsu balido, el repentinamente desahuciado en el paladar de
xxxxxtablas de la muerte.
Bienaventurada la golondrina de madera que le late al niño antes
xxxxxde conocer el sexo.
Bienaventurado el aire de la soledad del péndulo, el manso bajo el
xxxxxsol y la virtud del ciego, la esponja que da de cantar su lluvia
xxxxxa la garganta.
Bienaventurado el que apoyado en su bastón está toda la noche ahí
xxxxxy es piedra de la luz, piedra de la edad, los dos ojos del pájaro
xxxxxen el collar del cero.
Bienaventurado el astro que ignora su caballo y ha cerrado el párpado,
xxxxxla agria lepra que arde en las arterias, la sal del paraíso.
Bienaventurado el que condena lutos negros, porque de él será la
xxxxxúltima soga del relámpago, el primer peldaño en la escalera
xxxxxdel descendimiento.
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Mestre, Juan Carlos. La casa roja. Madrid; Ed. Calambur, 2008.
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