EL ROBO COMO ADORNO DE LA VIDA
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«EL robo es la contestación al trabajo», escribe Lefebvre. (Al trabajo alienante, se entiende.) Siempre me ha fascinado el robo, en el sentido de Lefebvre y en otros. Por ejemplo, el robo como acto gratuito, gideano. El robo innecesario (tampoco el robo cleptómano, enfermo). El robo como adorno de la vida, como voluta de la vida social.
xxDe pequeño robaba fruta, calderilla, libros, como todos los niños. Y hubiera seguido robando toda la vida, hasta que tomé conciencia de que eso era peligroso, delictivo, incómodo. Hace pocos años escribí una novela sobre el tema, La forja de un ladrón, para ganar un premio, para «robar» un premio. Y lo robé. Es uno de los premios profesionales que más quiero, no por razones literarias sino biográficas. Fue una modesta manera de dar forma a la fantasía infantil del robo.
xxEl robo, como acto gratuito, nos lleva al suicidio, que es el acto gratuito por excelencia. El suicidio inexplicado e inexplicable, no el suicidio por miedo, enfermedad o dolor, pues aquí la muerte se torna utilitaria como consuelo, remedio o punto final que se pone a lo que no lo tiene. He conocido escritores que robaban. En una sociedad más abierta, al escritor debiera permitírsele robar. Todo lo que hace el escritor es literario y el robo es literatura «concebida» o literatura vivida.
xxAmo el robo limpio, escueto, nocturno. La noche es la patria de los ladrones. No me interesa, ya digo, el robo vindicativo ni el robo por necesidad. El robo debe ser poesía en acto. Mejor que cantar una joya en un poema, robarla. Viene a ser lo mismo. El artista sólo sabe moverse por razones artísticas. No sé si esto lo entienden los jueces.
xxSuicidarse es robarse la propia vida. En el robo hay una suerte de dandismo. El robo, además de lo que dijo Lefebvre, es la contestación a la norma. A la Norma. Se roba por alterar la Norma, por contrariar la vida, por interrumpir la corriente tediosa de lo razonable.
xxRobar como roban los niños, sin hambre, ni gula ni avaricia. Ellos roban fruta y uno quisiera robar manzanas de oro y plata, ésas que veo todas las noches alumbrando una cena. El robo del niño es un acto lírico. Roba por inercia y por etnia. El hombre lleva quizá millones de años robando. El chimpancé, nuestro prólogo antropológico, toma las cosas directamente. Ignora lo tuyo y lo mío. Y el robo, hoy, tiene la poesía que le viene de la gratuidad del mono. Todo robo no utilitario es un poema que está entre el mono y el dandy.
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Umbral, Francisco. Un ser de lejanías. Barcelona; Ed. Planeta, 2001.
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