‘SOLSTICIO’, DE MARIA-MERCÈ MARÇAL
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SOLSTICIO
Son tu sexo y mi sexo un par de bocas.
¡Qué beso de rocío sobre el musgo!
¡Qué mordisco con luz de almendra viva!
¡Qué habla, con relente de hoya abierta!
¡Qué baile de las lenguas, y sin brida!
¡Qué secreto de alfoz! Pues nuestros sexos,
son dos bocas, amor. Y otros dos sexos
ahora nos laten donde están las bocas.
Ya sin pavor, con eco de la brida
que domaba la danza de ese musgo,
de par en par está la playa abierta:
botemos el deseo de espuma viva.
El sexo tuyo y mi boca viva,
entrelazándose como dos sexos,
mezclando su licor de fruta abierta
y, en pleno desvarío, ya son bocas.
Bocas, corales en marjal de musgo.
La hora pace el azar; pierde la brida.
La hora y el azar pierden la brida
donde, a lomos de la marea viva,
sin velas se deslizan, surcan musgo,
mi sexo y tu boca: ambas con sexos
en el rostro, y en la entrepierna bocas.
Todo, un descalabrar de sal abierta.
Torres de mar en fiesta, a noche abierta
los signos borran y le dan la brida
de todo a la locura de las bocas.
Se vuelve cualquier hoja muerta viva
a la luz del sol negra en nuestros sexos
que pinta de carmín llamas de musgo.
¡Que en un torrente todo arda de musgo
y sobetee nuestra savia abierta!
¡Que hagan el solsticio nuestros sexos,
que en lluvia el corazón se vuelva brida!
¡Todo bancal estalle en sazón viva!
¡Que los bosques florezcan en mil bocas!
¡Y que logren las bocas que ese musgo
arraigue cual la piel, viva y abierta,
sin brida espejeando en nuestros sexos!
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