VERACIDAD DEL MAPA
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Me levanto y me avizoro. Busco en qué
punto de esta pierna el predicado. ¿Es el
sujeto el corazón porque canjea ritmos
o todo cuaja en una oración pasiva sin
complemento agente? Los complementos
circunstanciales marcarán la índole de tu
existencia: el cómo, el sitio, la luz. Y la
gramática: otro posible orden al que
brindar la razón del sacrificio.
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Alivia saber la Antártida, más ahora en esta habitación
xxxxxxque compartes con una mujer y su máquina de
xxxxxxoxígeno.
Camas en paralelo para no intimar. El hedor
xxxxxxmomentáneo ensaya un rictus de muerte y las
xxxxxxneuronas aún no pueden escayolarse.
El suicidio en un hospital o inversión del camino.
El bilingüismo del estar y la nada. El cuerpo,
xxxxxxventrílocuo de la desaparición, encefalograma
xxxxxxraído, escáner que bordea un epílogo sin
xxxxxxsangre ni sutura.
Estribillo último, anzuelo que aguardas…
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De lo que no se conoce viene el mito, el
gesto de todas las religiones: la cabeza de
una niña asomándose para ver qué hay
más allá del camino. Inquietud, fisgoneo:
¿inicio de un bosque que nadie sospecha,
aldea llena de sangre y curiosidades? La
piedra quizá nos avisa porque a partir de
ahora se acentúa la peligrosidad, la soga
colgante o en ristra del itinerario. ¿Qué
harías tú?
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La sintaxis, la herencia, variaciones del tiempo… ¿Se
hereda la estructura mental de lo escuchado? ¿Hacia
dónde, pues, trazar la fuga?
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Diera la impresión de que el ruido
acompaña a la pobreza, cordial saco lleno
de vida, interrogaciones y colores que, de
pronto, se hermanan. Diera la impresión
de que el silencio fuera algo propio de los
países del primer mundo, enhiestos,
donde la distancia entre persona y persona
remitiera a un vals de pasos invadidos. No
hay reglamento para nacer, aunque sí esas
leyes no escritas para habitar la intimidad
de una casa.
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Agudo, Marta. Veracidad del mapa. Madrid; Ed. Galería Luis Burgos, 2021.
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