UN POEMA DE ÁLVARO DE CAMPOS TRADUCIDO POR JUAN CARVAJAL
POEMA EN LÍNEA RECTA
Jamás conocí a nadie que se hubiera hecho apalear.
Todos los que conozco han sido campeones en todo.
Y yo, tantas veces canalla, tantas veces cerdo, tantas veces vil,
y tantas veces irresponsablemente parásito,
inexcusablemente sucio,
yo, que tantas veces no he tenido la paciencia de tomar un baño,
yo, que tantas veces he sido ridículo, absurdo,
que he tropezado en los tapetes de la etiqueta,
que he sido grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que he sufrido afrentas y he callado,
que cuando no he callado he sido más ridículo aún;
yo, que he sido payaso para las criadas de hotel,
yo, que he percibido los guiños de los mozos de cuerda,
yo, que he cometido vergüenzas financieras, pedido prestado sin pagar,
y que, llegada la hora de la verdad, me he escondido
para evitar toda posibilidad de verdad,
yo, que he sufrido la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
verifico que no tengo igual en este mundo.
Toda la gente que conozco y habla conmigo
jamás ha cometido un acto ridículo, nunca ha sufrido afrentas,
sólo han sido príncipes —todos ellos príncipes— en la vida.
¿No puedo esperar una voz humana
que confiese no un pecado, sino una infamia;
que cuente, no una violencia, sino una cobardía?
No, todos son lo Ideal, es lo que les oigo decirme.
¿Quién en este vasto mundo me confesará que una vez fue vil?
¡Oh príncipes, mis hermanos!
¡Vamos, que estoy harto de semidioses!
¿Es que no hay gente en el mundo?
¿Soy el único que es vil y equivocado en esta tierra?
Podrían no haber sido amados por las mujeres,
pueden haber sido traicionados —mas ridículos ¡nunca!
Y yo, que he sido ridículo sin haber sido traicionado,
¿cómo puedo hablar con mis superiores sin titubear?
Yo, que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.