CANTO QUINTO -extracto-
(…) ¡Lo real ha destruido las visiones de la somnolencia! ¿Quién no sabe que cuando se prolonga la lucha entre el yo, pleno de orgullo, y el crecimiento terrible de la catalepsia, el espíritu alucinado pierde el juicio? Roído por la desesperación, se recrea en su mal, hasta vencer a la naturaleza, hasta que el sueño, viendo escapar su presa, huye, para no volver, lejos de su corazón con vergonzosa y colérica ala. Echad un poco de ceniza sobre mi órbita en llamas. No miréis mis ojos que no se cierran nunca. ¿Comprendéis los sufrimientos que soporto? (Aunque el orgullo está satisfecho.) En cuanto la noche exhorta a los humanos al reposo, un hombre que conozco camina a grandes pasos por el campo. Temo que mi decisión sucumba a los golpes de la vejez. ¡Que llegue el día fatal en que me duerma! Cuando despierte, mi navaja de afeitar, abriéndose paso a través del cuello, probará que nada era, en efecto, más real.
Ducasse, Isidore. Los cantos de Maldoror (Trad. Ángel Pariente). Valencia; Ed. Pre-textos, 2000.