EN LA PERFECTA EDAD
INVOCACIÓN
¿Y fue por estas calles, por las que ahora camino,
donde estuve tan cerca ayer del paraíso?
Vivía, sin saberlo, el mito de la Arcadia:
esa región que queda al este de la infancia.
Tal vez las mismas calles que me enseñaron luego
lo que la vida tiene de agencia del infierno.
LA TERCERA ESTACIÓN
Algo, además del tiempo,
parece estar cambiando.
No es sólo que se anuncie
la lluvia en los tejados,
ni que Chopin consiga
devolvernos el gusto
por la melancolía
gris y por los nocturnos.
O simplemente es eso:
que se acaba el verano
y nos van exigiendo
otra actitud los años.
Quizás llegó el momento
de enterrar a la reina,
de aprender a moverse
y hablar de otra manera.
LEY DE VIDA
Cada día te aburre un poco más la juerga.
Se va volviendo cómoda tu vida, y tú con ella.
El placer, la aventura, el amor y la guerra
son historias que entiendes ahora de otra manera.
A las grandes palabras, prefieres la modesta
charla con un amigo, sustancial y concreta.
Más que el olor a basca, el olor a merienda
para dos (o, a lo sumo, para tres), la discreta
fantasía de una tarde otoñal… Las primeras
canciones de The Beatles y el rock de aquella época
en que el mundo empezaba a cambiar, te despiertan,
sin rencor, del recuerdo confusas experiencias.
Todo lo que has vivido te advierte y te revela
justo que estás cruzando la invisible frontera
— donde el tiempo se vuelve de espaldas y comienza
la cuenta atrás— de un reino de previstas sorpresas.
LA CULPA ES DE ESTE OFICIO
La culpa es de este oficio. De tanto darle vueltas
a todo, todo acaba perdiendo consistencia.
Tanto jugar con fuego, que el jugador se quema
y nada importa nada si no ofrece un buen tema.
Juro que algunas noches me habría muerto, sin pena,
de poderlo contar después en un poema.
TOCATA Y FUGA
Ahora que todos quieren
pasar por elegantes y exquisitos
—es curiosa esta fauna—,
el Parnaso casi parece el Limbo.
EJERCICIO DE RETÓRICA
Con humillados ojos de impotencia
vas descubriendo tus limitaciones
de artista y hombre que medita y busca
y que no encuentra nada más que atajos,
que no llevan al centro de la vida
ni conducen al corazón del arte.
Puede que no estés hecho para el arte
ni para el buen vivir. Que la impotencia
consiga arruinarte al fin la vida
y que cogido en tus limitaciones,
de traspiés en traspiés, por los atajos
sigas desengañado de la busca.
Pero intenta creer que halla quien busca
y que nadie nació dueño del arte.
Que todos se perdieron por atajos
y por turbios pantanos de impotencia,
mientras negaron sus limitaciones
culpando de sus fallos a la vida.
Intenta ver que existe algo en la vida
que justifica de por sí la busca
y que, a pesar de tus limitaciones,
puedes tocar de alguna forma el arte.
Un hombre que se enfrenta a su impotencia
sabrá dejar un día los atajos.
No te tiente seguir por los atajos
marginado y huyendo de la vida,
ni quieras refugiarte en la impotencia
pensando que es inútil toda busca.
Todos los que lograron vida y arte
hombres eran con sus limitaciones.
¿Y han de llevarte tus limitaciones
eternamente a ti por los atajos?
¿No has de lograr que alguna vez el arte
te muestre su secreto? Si la vida
insiste en que sigamos tras su busca,
larga es la noche y débil la impotencia.
En tu impotencia y tus limitaciones
tu fuerza busca: deja los atajos.
Exprime vida y hallarás arte.
VARIACIONES SOBRE UN TEMA DE MANUEL MACHADO
El médico me manda no escribir más. Al menos,
me pide que no ponga sobre la llaga el dedo,
que deje de arañarme por dentro como un gato
y, de escribir, que escriba con menos entusiasmo,
que me ande por las ramas —mejor, que fantasee
lo mismo que hacen otros—, que llene las paredes
de tapices, el suelo de mullidas alfombras
y dedique a Venecia y a Pisa algunas odas.
En suma, que no saque mis trapos a la calle
—si por trapos se entienden ciertas intimidades—
y que aprenda a ser pulcro, discreto y decadente
como algunos colegas bastante transigentes.
Total, para que el sueño me otorgue sus blanduras,
imitaré a la grey que aspira a ser oscura.
En un curso intensivo, me aprenderé los nombres
de cuantas telas haya y de todas las flores.
Celebraré los fastos, la gloria, la grandeza
de alguna corte antigua —mejor de ser siniestra—
y afinaré las cuerdas de mi rudo instrumento
para que en adelante suene a Renacimiento.
Si por alguna causa se me agotara el tema
siempre habrá alguna moda, liviana y pasajera,
algo que nos devuelva el sabor del pasado
o su olor, cuando menos, discretamente rancio.
Así que por la paz de un reposo perfecto
—con tal de que no deje testimonio del tiempo
que me tocó vivir—, todo vale. De acuerdo.
Salvago, Javier. Variaciones y reincidencias (Poesía 1977-1997). Sevilla; Ed. Renacimiento, 1997.