SORIA PURA
MEDIODÍA
Es para mí. Se hizo para mí.
El sol y yo.
El sol y yo, como en el primer día.
Eva y el sol.
RÍO
Entro en el agua, dura de tan fría,
que me coge del talle;
que me ciñe y envuelve
con apremios de amante…
¡Qué grito por el aire esplendoroso
al tener que entregarme!
RÍO DE NOCHE
Río de noche: la luna
se reclinaba en el agua
como una mujer desnuda.
ANHELO DE RÍO
El río tenía peces
—oro y plata en sus meandros—,
el río tenía peces,
pero él amaba los pájaros.
Ojos de sus aguas verdes,
siempre mirando a lo alto.
¡Qué envidia siente del aire
cosido de vuelos raudos,
acribillado de picos,
estremecido de cantos!
El río tenía peces…
Pero él deseaba pájaros.
BAÑO
Tibio y espeso el pinar;
el Duero, párvulo y lento,
que lo acaricia al pasar…
¡Todos al agua a la vez!
La rana, que nos miraba,
del susto, se echó también.
NADANDO
¡Cómo me abrazaba el río!
¡Ay, y cómo me abrazaba!
¡Qué beso total y único
con labios frescos de agua!
CHOPOS
Magníficos obeliscos,
chopos de la carretera
de Soria; chopos ingentes,
de fronda oscura y espesa;
rectos de la tierra al cielo
en majestuosa hilera.
¡Qué bien montabais la guardia,
firmes, sobre la cuneta!
Yo os pasaba la revista
como si fuera una reina.
PINO
Era grisáceo, endiblillo,
sin lozanía y sin gracia.
Pero estaba allí, vivía,
sobre una roca pelada,
casi en el centro del río…
Yo lo miraba pasmada:
Él sólo sabía cómo
crecía y se sustentaba…
Así hay que vivir, así:
el alma bien arraigada
en esta dura piedra de la vida;
bajo los altos cielos,
junto al agua…
PINOS
Pinos de Soria fría, estremecidos
por ásperas chicharras
a la orilla del Duero,
¡ya, míos, en mi alma!…
Pinos risueños del Mediterráneo,
entre blancos almendros
y caletas azules…
¿iré algún día a veros?…
PINAR
Hasta la orilla del río,
pinos y pinos y pinos…
¡Qué calor siente el pinar!
Ni el Duero, que lo atraviesa,
lo consigue refrescar.
Un viento aromado y cálido
se trenza en el laberinto
de troncos contorsionados.
¡Ay, cómo sangran los pinos
la perfumada resina
por sus costados heridos!
¡Y cómo suena y resuena
entre las copas oscuras
el ruido de la marea!
Caídas sobre la hierba,
como estrellas apagadas,
las piñas secas.
CORTAD EL ÁRBOL
Cortad el árbol… ¡cortadlo!
Es demasiado bello:
No me deja cantarlo.
Cuando ya no haya árboles,
yo brotaré una selva, un bosque nuevo,
vivo en el solo ardor de mi palabra;
con la raíz mojándose en mi centro,
y, al aire, entre sus ramas, hojas, tallos,
estremecidas alas de mis versos.
SIESTA
Entre un álamo y un pino
mi hamaca se balancea.
Hojitas de verdeplata
bailan sobre mi cabeza;
hojitas de verdeoscuro,
el aire las contonea.
Dulce pereza me llueve
del sol que las atraviesa.
Los juncos del celuloide
montan su guardia en la arena.
El Duero moja las cañas
y se abanica con ellas.
El río pasa y se va:
mi barca se queda en tierra.
Llenos de verdes y azules,
mis ojos
se cierran.
MÚSICA
Se oye una música… ¿Dónde
suena esa música? ¿Dónde?…
No hay pajarillos en la noche.
No suenan flautas en la noche…
¿Dónde esa música? ¿Dónde?
Mi corazón canta en la noche.
CAÑAVERAL
Entre las cañas tendida;
sola y perdida en las cañas…
¿Quién me cerraba los ojos,
que, solos, se me cerraban?
¿Quién me sorbía en los labios
zumo de miel sin palabras?
¿Quién me derribó y me tuvo
sola y perdida en las cañas?
¿Quién me estremeció los senos
con tacto de tierra y ascua?
¿Qué toro embistió en el ruedo
de mi cintura cerrada?
¿Quién me esponjó las caderas
con levadura de ansias?
¿Qué piedra de eternidad
me hincaron las entrañas?
¿Quién me desató la sangre
que así me derramaba?
…Aquella tarde de julio,
sola y perdida en las cañas.
DIVAGACIÓN
¿Sólo un instante… ¿Siempre?… Yo he empezado
y acabaré… Girar de las quimeras…
Guijarros. Tacto frío. Sol difuso.
Arroyo tibio de mis hondas venas…
Arriba, quieto y duro; indiferente
un cielo sin problemas.
MÍOS LOS DOS
Desnudos junto al agua. Bien tallados
en oscura madera. Firmes, rectos.
Míos los dos: Mi fruto y mi semilla.
Yo, en medio.
NACIMIENTO
Sobre la arena mi cuerpo
junto a tu cuerpo tendido.
Como navajas cerradas
guardan mis ojos su filo.
En mis mojados cabellos
un aire fresco prendido.
Mi carne no es carne, que es
cochura de trigo limpio.
Flores sacadas del agua
mis labios resbaladizos.
Bésame ahora, que estoy
reciennacida del río.
NOSTALGIA
Tendida, los dedos tibios
del sol me cierran los párpados.
Mi cuerpo, fresco del río,
quieto, se me va llenando
de una mullida pereza…
Con un murmullo apagado,
el río pasa y suspira…
¿Por qué, de pronto, es el canto
del ronco mar de mi infancia?…
¡Verde y perdido Cantábrico!
Figuera Aymerich, Ángela. Obras completas. Madrid; Ed. Hiperión, 1999.