NO DESPERTÉIS A LA SERPIENTE
FANNY GODWIN
Su voz tembló al separarnos,
mas no noté que provenía
de un corazón roto, y partí
sin atender a sus palabras.
Miseria, oh Miseria,
cuán vasto es este mundo para ti.
OZYMANDIAS
Topé con un viajero de un antiguo país
que me dijo: «Dos piernas de piedra colosales
se yerguen sin su tronco en medio del desierto.
Junto a ellas se encuentra, semihundido en la arena,
un rostro hecho pedazos cuyo ceño fruncido
y sonrisa de burla, de arrogante dominio
confirman que su autor comprendió esas pasiones
que, grabadas en piedras inertes, sobreviven
a la mano que supo copiarlas con desprecio
y al mismo corazón que las alimentara.
Y sobre el pedestal se leen estas palabras:
«Mi nombre es Ozymandias y soy el rey de reyes.
Considerad mis Obras; rabiad ¡oh Poderosos!»
Nada queda a su lado. Más allá de las ruinas
de este enorme naufragio, desnudas e infinitas,
solitarias y llanas se extienden las arenas.»
SONETO
No levantes el velo pintado que los vivos
llaman Vida, aunque formas irreales represente,
imagen engañosa de aquello en que creemos,
con colores dispersos. Detrás acechan Miedo
y Esperanza, Destinos gemelos que entretejen
sus sombras en la sima sombría y encubierta.
A un hombre conocí de corazón sensible
que levantó ese velo buscando algo que amar,
pero no encontró nada, ni tampoco las cosas
que contiene este mundo podían agradarle.
Ignorado vivía; era luz en las sombras,
una mancha brillante en esta escena turbia,
un Alma que luchaba por la verdad y nunca,
como el Predicador, la pudo hallar en nada.
A UNA VIOLETA MARCHITA
xxxxxI
La flor ha perdido el aroma
que alentaba igual que tus besos.
Su color ya se ha diluido
tras brillar solamente en ti.
xxxxxII
Su forma muerta, enjuta, hueca,
yace en mi pecho abandonado
burlando al corazón ardiente
con su quietud fría y callada.
xxxxxIII
Mis lágrimas no la reaniman.
Mis suspiros no la reviven.
Su suerte muda y resignada
debiera ser ahora la mía.
EXHORTACIÓN
Vive el camaleón de luz y de aire.
Amor y fama nutren al poeta.
Si en este vasto mundo de ansiedades,
con el esfuerzo mínimo de aquél,
pudiera hallar la misma recompensa,
¿cambiaría el poeta de color
igual que el camaleón ante la luz,
adecuándose a todos sus matices,
veinte veces al día?
Vive el poeta en esta tierra fría
como es más propio del camaleón:
oculto desde el mismo nacimiento
en una gruta oscura bajo el mar.
Cambia el camaleón ante la luz:
ante el desamor lo hacen los poetas.
La fama es sólo amor que se disfraza;
si unos pocos alcanzan una u otro,
no es extraño encontrar a los poetas
merodeando en torno.
No manchéis con poder y con riqueza
el alma del poeta, libre, angélica..
Si engullera el brillante camaleón
otra cosa que rayos y tormentas,
crecería de un modo tan mundano
como las lagartijas, sus hermanas.
¡Hijos de un astro mucho más radiante!
¡Espíritus allende de la luna!
¡Rechazad toda dádiva!
CANCIÓN A LOS INGLESES
¡Ingleses!, ¿por qué aráis la tierra
para los amos que os someten?
¿Por qué tejéis con arduo esmero
la ropa que ostenta el tirano?
¿Por que vestís y alimentáis
desde la cuna hasta la tumba
a esos zánganos tan ingratos
que os chupan sudores y sangre?
¿Por qué, Abejas de Inglaterra,
forjáis armas, fustas, cadenas
para que esos cobardes roben
el fruto de vuestro trabajo?
¿Acaso os sobran paz y ocio,
cobijo, amores y alimento?
O, ¿qué conseguís de valioso
con tanto sufrimiento y miedo?
Otros recogen vuestra siembra.
Otros guardan vuestra riqueza.
Otros visten lo que tejéis.
Otros empuñan vuestras armas.
Sembrad, mas no para el tirano.
Cread vuestra propia riqueza.
Tejed, mas no para holgazanes.
Armáos en defensa vuestra.
Si no, ¡quedáos en vuestras celdas!
¡Que otros habiten los salones!
¿Para qué romper las cadenas
si os amenazan con la espada?
¡Con telar, azada y arado
trazad y cavad vuestra tumba!
¡Tejed vuestra propia mortaja
hasta que Inglaterra os sepulte!
EL TIEMPO
¡Océano insondable, cuyas olas son años!
¡Mar del Tiempo en cuyas aguas desconsoladas
va disuelta la sal de lágrimas humanas!
Tú, riada sin márgenes, que en tu flujo y reflujo
los límites encierras de la mortalidad,
y, saciado de víctimas, bramando aún por más,
vomitas tus naufragios sobre su playa inhóspita;
traicionero en la calma, terrible en la tormenta,
¿quién podrá navegarte, Océano insondable?
MUTABILIDAD
xxxxxI
La flor que hoy sonríe
mañana morirá.
Lo que ahora anhelamos
incita y luego escapa.
¿Y el gozo de este mundo?
El relámpago engaña
con su breve fulgor
a la noche sombría.
xxxxxII
¡Qué frágil la virtud!
¡Qué escasa la amistad!
Amor vende su dicha
a cambio de la angustia.
Y aunque pronto sucumben,
nosotros pervivimos
a su goce y a todo
lo que llamamos nuestro.
xxxxxIII
Mientras los cielos brillen,
mientras las flores rían,
mientras aquellos ojos
que cambian con la noche
alegren la mañana,
o se deslice el tiempo,
sueña y luego despierta
sólo para llorar.
Shelley, Percy Bysshe. No despertéis a la serpiente (Trad. Juan Abeleira y Alejandro Valero). Madrid; Ed. Hiperión, 1997.