DIARIO DE UN ASCENSOR EN UN BLOQUE DE DOS PLANTAS CON AZOTEA
IGNORARE
No voy a saber tocarte.
Cuando no tenga que arrancarme las manos
y soldarlas a las alas de los pájaros que más vuelan para poder tocarte,
cuando tu tacto sea rehén y cómplice de mi boca
y estés tan cerca de mí como yo de la ignorancia:
te me romperás, te derretirás, te arrugaré, te…
Siendo tú de aire y yo de plomo, no,
no sé si sabré tocarte.
UN DÍA DE ÉSTOS
Un día nos diremos quién eres,
y quizás nos digamos quién soy,
si nos quedan tiempo y ganas.
Entonces, nos invitaremos a pasear.
Yo te pediré que me des la mano
cuando vayamos por esa calle
donde suele haber tanta gente,
porque si no, me pierdo, te pierdo,
me quedo pegada a un chicle.
Pero cuando salgamos de la vorágine,
te pediré que me sueltes, porque mis
manos —y no yo— son rosas malcriadas.
xxxxxxTú no quieras enfadarte.
Sabrás que te seguiría, siempre,
por calles abarrotadas de gente.
Advertiremos nuestros déficits de atención
en cuanto llueva, y dentro de tan abstracta
simpleza, seremos perfectamente sonreídos.
Nos veremos el corazón con sólo abrir la boca.
D’ING D’ONG
Si me ibas a llamar, no hace falta que lo hagas, voy en
camino. iY isi ino ime iibas ia llamar y ya que estoy lle-
gando, por favor, haz mucho ruido: itumba el armario,
revuélcate en una ialfombra ide icascabeles, imete iun
trueno en la lavadora y centrifúgalo, aporrea la pared,
taladra un itambor, izapatea, idemuele iuna icampana,
disecciona un allegro vivace con la motosierra, igrítale
a un grito, imete grillos en el altavoz, idispara isilbatos
contra el eco, insonoriza ésta mi llegada sin pasos, sin
jadeos, isin isonido ialguno… Porque paseando he per-
dido las llaves y la tos y las imonedas iy la espontánea
carcajada iy ilos ipasillos iy ilas isuelas y los rumores y
los ipendientes iy iun micrófono y los suspiros y el cin-
turón y las fuentes y las gárgaras y una ibolsa de pata-
tas fritas iy iel mediodía y el latido y un bar y los estor-
nudos y la transmisión de la ihora ipunta ien icualquier
mercado. xPorque ihe illegado ihasta iaquí iescuchando
el xestruendo xde ttu xpiel xy xel xque xtú ile iañadas,
me ihayas illamado io ino, iqué iimporta, si yo ya venía
—sabiendo xque xlo xperdería xtodo xpor iel icamino—
para iauscultar itus icuerdas ivocales iy iacercar el tím-
pano ia itu itiempo iy idecirte ique xquiero iescucharte,
que a lo mejor lo necesito.
SIN SODA
Tú quieres frases sueltas
y a mí me sobran discursos después de tu nombre.
Ya no hay ni un trébol en el descampado
y las excavadoras se tragaron las huellas que no tenemos.
Esta vez no diré nada,
no te vas a instalar en el lateral de otro poema.
Pensaré en ti como el vaso en el hielo,
como cualquier cosa que no piense en lo que contiene.
Si uno más uno es dos, ¿qué hacemos con los decimales?
Acércate demasiado es tanto como decir: ven,
pero prometí no decirte nada esta vez… hablando.
Cabiéndome tú sobran el hielo y las palabras.
SE SABÍA
Lo que empieza en árbol termina en nube,
por eso tú perforas verde el cielo desde abajo,
donde los perros desentierran felices tristezas
—productos frescos del alma cuando todo se
muda al rostro, tanto el dolor como la ternura—,
hasta donde el sol nos convierte en albañiles de nadie.
Que nada volvería a ser igual, se sabía,
no siendo excusa para no rozarnos las horas
a pesar de que hoy, a cambio, el vacío mida el doble.
Cada vez que me muerda un búho le daré recuerdos para ti:
se los coseré en los ojos para que no se le caigan
junto con cinco vocales que son cinco veces la u.
Pienso destrozar cualquier canción de amor cantándola en la ducha
con una esponja en la boca, y sigo diciendo que es un buen comienzo,
y añado que qué barbaridad, que cuánta raqueta invadiéndome el pecho.
Lo próximo podría ser irme a vivir a un árbol y ponerme
de sombrero su nube y de medias tus lenguas
hasta que dejen de hundírseme las bisagras,
o sea de nuevo sábado y domingo en almíbar
y así sólo importe una persona en un balcón
sin palomas, y otra persona, mirando.
EVEUN
Con un nueve por beso,
todo me sabe a ti,
mejora mi lengua,
se riza mi voz,
se endulza mi saliva,
mis rodillas funcionan,
mis manos madrugan,
juran manivelas,
vuelan ladrillos,
tiembla la luz,
te cuento
y me das
seis.
ATREZO PARA CASOS PRODIGIOSOS
Si ves que muevo la mandíbula como si masticara un acordeón crudo
y suspiro notas y me pongo unos guantes sobre otros guantes
y chapotean presuntos barbos en uno de los ríos que transitan,
grandes como pequeños mares, las expresiones de mi rostro,
y me echo el pelo hacia atrás, más atrás, hacia ayer,
y un rayo me besa la frente y nieva en las cumbres
y se enciende un foco justo al comenzar a hablar,
significa que voy a mentirte, y a continuación
declamo, maquillada: no te echo de menos.
FUJITA, ESCALA DE
Si vas dejando vendavales,
cómo quieres que no me despeine,
si me los encuentro cada vez que abro
este cuaderno, armarios, esa ventana,
cajones, precintos de seguridad.
Cómo no quieres que me despeine,
que se me vayan las piernas para arriba,
que gire en medio de las fuerzas invisibles
que componen temporales no declarados,
que atraviese las paredes y los caminos.
Si vas dejando vendavales por mi cuerpo,
cómo quieres que no ande desnuda,
si me abren el alma, y al abrirla,
me los encuentro dentro, abriéndome.
Cómo no quieres que ande desnuda
buscándote por las paredes y los caminos
para devolverte los vendavales de mi ventana,
cajones, armarios, cuaderno, precintos de seguridad.
Si vas dejando vendavales en los vendavales
que vas dejando en mis piernas,cómo quieres
que no gire hacia ti en medio de fuerzas invisibles.
Cómo no quieres que me abra el alma si me la abres tú,
despeinándomela, desnudándomela, no declarándomela
ni temporal ni compuesta, cómo sujetármela a tu paso.
MALETA DESCANSANDO
El día en que mi maleta sea, efectivamente, un objeto inerte,
porque hayamos subido por última vez para quedarnos,
ambas, en la nube de la que a veces bajas,
lo único que quiero es una alfombra y un edredón
—a ti sobre la alfombra, a ti bajo el edredón—
y seguir enlazando tu voz a la música.
Si te pido estar ratos a solas, es porque siempre
lo he estado, y yo no soy yo / sin mi soledad.
Si el día en que tú abrigues todos los días,
dejo mi maleta junto a la cama, no es
desconfianza o inseguridad: es que yo
tampoco soy yo / sin mi equipaje enmaletado.
UNA PUERTA
Te pido que te vayas un momento para escribir de ti,
no en las páginas de mi cuaderno sino en las anillas,
xxxxxxcon letra muy pequeña, con tinta espiral.
Compruebo que el alambre es capaz de sostener
cada grupo de palabras con sentido para quitárselo,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy tacho lo que no procede.
Es que no te das cuenta de que eres la claridad,
de que me retraigo si, al oscurecer, te fustigas
con estrellas que, exprimidas, desprenden latón.
Hoy ha salido el sol y no hemos podido añorarlo,
xxxxxxxxxxxxxasí que hemos peinado a los cactus
y después nos hemos peinado la vida mutuamente,
intercambiándonos púas cortas, recias, invisibles.
Mi soledad me nombra desde el kilómetro que dejo
a mis espaldas por cada kilómetro avanzado.
Tú implicas metáforas y yo implico horarios.
Te contagio mi miopía porque me siento una bomba
vestida de magnolia, porque no quiero que lo sepas.
Es que no entiendo que llames mediocre a lo que es grande,
y yo lo único que necesito es un piso con buenas ventanas,
reaccionar cuando detrás del silencio escucho una puerta
y recuerdo lo que estaba haciendo: rellenar con grafito
mi espina dorsal, serpentear justo en la palabra justa.
EN RESUMEN
Y esto es todo lo que necesitaba decirte
en silencio y hasta ahora. Decir más
sería repetirme, y ya lo he hecho.
Román, Elena. Diario de un ascensor en un bloque de dos plantas con azotea. Granada; Diputación de Granada, 2010.