ESTADO DE EXILIO
Si no recuerdo mal, ‘Estado de exilio’ fue el primer libro que me leí de Cristina Peri Rossi. Lo publicó la editorial Visor en 2003 después de que resultara ganador del XVIII Premio Internacional Unicaja de Poesía Rafael Alberti.
En el prólogo del libro se podía leer: «Si el exilio no fuera una terrible experiencia humana, sería un género literario. O ambas cosas a la vez. La etimología de la palabra es muy expresiva: ex significa, precisamente, quien ya no es, ha dejado de ser. Es decir, quien ha perdido toda o parte de su identidad. El exilio cuestiona, en primer lugar, la identidad, ya que desvincula de los orígenes, de la historia particular de una nación, de un pueblo, desvincula de una geografía, tanto como de una familia, de una calle, de una arboleda o de una relación sentimental. Sólo cuando el exilio es colectivo —desde el más remoto, el de la Diáspora judía hasta el exilio de los españoles fieles a la República— se conserva una parte de la identidad, a pesar del cambio de espacio, y entonces, sus símbolos (desde las banderas hasta los himnos, desde la manera de cocinar los alimentos hasta la forma de vestir, desde la seducción hasta los pasos de una danza) se cargan de significación: dejan de ser triviales para convertirse en emblemas, en raíces, en anclas». Y sobre el proceso de escritura, la poeta uruguaya escribía en ese mismo prólogo: «Cuando dejé Montevideo (…) tenía, fundamentalmente, un temor: no poder volver a escribir. Que mi identidad de escritora sufriera una fractura tan abisal que me indujera al silencio. Dicho de otro modo: el exilio como castración. (…) Sin embargo, sin darme cuenta, ocurriría lo contrario: como toda experiencia que concierne a la personalidad entera, y a cada una de sus partes, el exilio me pidió palabras, me pidió escritura, me pidió fijar las emociones. Escribí en una especie de diario que llevaba entonces: «Mientras sufro por el temor a no poder escribir más, en el exilio, escribo. Mientras temo la castración, escribo. Mientras padezco el dolor, el desgarramiento, escribo».»
Y aquí dejo una selección de poemas del libro en cuestión.
xxxxxI
Tengo un dolor aquí,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxdel lado de la patria.
CARTA DE MAMÁ
Carta de mamá:
«Y si todos se van, hija mía,
¿qué vamos a hacer los que nos quedamos?»
A LOS PESIMISTAS GRIEGOS
Lo mejor es no nacer,
pero en caso de nacer,
lo mejor es no ser exiliado.
xxxxxIV
Soñé que volvía
pero una vez allí
tenía miedo
y quería irme
a cualquier otro lado.
xxxxxVIII
Exactamente
cansada
harta
agotada
irritada
triste
xxxxxxde todos los lugares de este mundo.
xxxxxXI
Ninguna palabra nunca
ningún discurso
—ni Freud, ni Martí—
sirvió para detener la mano
la máquina
del torturador.
Pero cuando una palabra escrita
en el margen en la página en la pared
sirve para aliviar el dolor de un torturado,
la literatura tiene sentido.
xxxxxXIV
Aquel viejo que limpiaba platos
en una cafetería de Saint-Germain
y de noche
cruzaba el Sena
para subir a su habitación
en un octavo piso
sin ascensor sin baño
ni instalaciones sanitarias
era un matemático uruguayo
que nunca había querido viajar a Europa.
xxxxxXV
Y vino un periodista de no sé dónde
a preguntarnos qué era para nosotros el exilio.
No sé de dónde era el periodista,
pero igual lo dejé pasar
El cuarto estaba húmedo estaba frío
hacía dos días que no comíamos bocado
sólo agua y pan
las cartas traían malas noticias del Otro Lado
«¿Qué es el exilio para usted?» me dijo
y me invitó con un cigarrillo
No contesto las cartas para no comprometer a mis parientes,
«A Pedro le reventaron los dos ojos
antes de matarlo a golpes, antes,
sólo un poco antes»
«Me gustaría que me dijera qué es el exilio para usted»
«A Alicia la violaron cinco veces
y luego se la dejaron a los perros»
Bien entrenados,
los perros de los militares
fuertes animales
comen todos los días
fornican todos los días,
con bellas muchachas con bellas mujeres,
la culpa no la tiene el perro,
sabeusté,
perros fuertes,
los perros de los militares,
comen todos los días,
no les falta una mujer para fornicar
«¿Qué es el exilio para usted?»
Seguramente por el artículo le van a dar dinero,
nosotros hace días que no comemos
«La moral es alta, compañero, la moral está intacta»
rotos los dedos, la moral está alta, compañero,
desaparecida la hermana, la moral está alta, compañero,
hace dos días que sólo comemos moral,
de la alta, compañero,
«Dígame qué es el exilio, para usted»
El exilio es comer moral, compañero.
CABINA TELEFÓNICA 1975
El exilio es tener un franco en el bolsillo
y que el teléfono se trague la moneda
y no la suelte
—ni moneda, ni llamada—
en el exacto momento en que nos damos cuenta
de que la cabina no funciona.
BARCELONA 1976
El exilio es gastarnos nuestras últimas
cuatro pesetas en un billete de metro para ir
a una entrevista por un empleo que después
no nos darán.
xxxxxXIX
Un día yo iba por una calle,
estaba sin empleo y muy nervioso,
iba por una calle en busca de una de esas casas
donde los muertos de hambre dormimos sin pagar
cansado y muy nervioso
y de pronto vi a una pareja
un matrimonio maduro
elegante bien vestido
ropa cara ropa fina
eran turistas comprando cosas y mirando todo
miraban las tiendas de moda y las peluquerías
y los restaurantes
eran turistas
hablaban uruguayo, igual que yo,
yo estaba muy nervioso ese día,
ellos se veía que habían comprado muchas cosas,
me reconocieron por la cara
—la cara de la desgracia, según Onetti—
«Usted es uruguayo, ¿verdad?» me dijeron
yo negué con la cabeza, firmemente:
«Soy francés, señores, les dije,
muy francés, tan francés como la torre Eiffel»
y me fui porque si los mataba
me llevaban preso.
xxxxxXXI
Lo llamaban la Momia. Con dos golpes
era capaz de matar a alguien.
Lo usaban para ablandar
a los recién llegados,
o para terminar con los torturados.
No comía pescado
porque una vez se había pinchado
con una espina
y le dolió.
EL ARTE DE LA PÉRDIDA (Elizabeth Bishop)
El exilio y sus innumerables pérdidas
me hicieron muy liviana con los objetos
poco posesiva
Ya no me interesa conservar una biblioteca numerosa
(vanidad de vanidades)
ni colecciono piedras
botellas cuadros
encendedores
plumas fuentes —así se llamaban en mi infancia
las codiciadas e inasequibles estilográficas
Parker y Mont Blanc—
ni necesito un amplio salón para escribir
al abrigo de los ruidos de la calle
y de los ruidos interiores.
El exilio y sus innumerables pérdidas
me hicieron dadivosa
Regalo lo que no tengo —dinero, poemas, orgasmos—
Quedé flotando —barco perdido en alta mar—
con las raíces al aire
como un clavel sin tronco donde enlazarse.
El exilio y sus innumerables pérdidas
me hicieron dadivosa
Regalo lo que no tengo —dinero, poemas, orgasmos—
me dejó las raíces al aire
como los nervios de un condenado
Despojada
desposeída
dueña de mi tiempo
Y con él tampoco soy avara:
sería ridículo pretender administrar
un bien desconocido.
DIALÉCTICA DE LOS VIAJES
Para recordar
tuve que partir.
Para que la memoria rebosara
como un cántaro lleno
—el cántaro de una diosa inaccesible—
tuve que partir.
Para pensar en ti
tuve que partir.
El mar se abrió como un telón
como el útero materno
como la placenta hinchada
lentas esferas nocturnas brillaban en el cielo
como signos de una escritura antigua
perdida entre papiros
y la memoria empezó a destilar
la memoria escanció su licor
su droga melancólica
su fuego
sus conchas nacaradas
su espanto
su temblor.
Para recordar
tuve que partir
y soñar con el regreso
—como Ulises—
sin regresar jamás.
Ítaca existe
a condición de no recuperarla.
ELOGIO DE LA LENGUA
Me vendió un cartón de bingo
y me preguntó de dónde era.
«De Uruguay», le dije.
«Habla el español más dulce del mundo»,
me contestó mientras se iba
blandiendo los cartones
como abalorios de la suerte.
A mí, esa noche,
ya no me importó perder o ganar.
Me di cuenta de que estaba enganchada a una lengua
como a una madre,
y que el salón de bingo
era el útero materno.
MONTEVIDEO
Nací en una ciudad triste
de barcos y emigrantes
una ciudad fuera del espacio
suspendida de un malentendido:
un río grande como mar
una llanura desierta como pampa
una pampa gris como cielo.
Nací en una ciudad triste
fuera del mapa
lejana de su continente natural
desplazada del tiempo
como una vieja fotografía
virada al sepia.
Nací en una ciudad triste
de patios con helechos
claraboyas verdes
y el envolvente olor de las glicinas
flores borrachas
flores lilas
una ciudad
de tangos tristes
viejas prostitutas de dos por cuatro
marineros extraviados
y bares que se llaman City Park.
Y sin embargo
la quise
con un amor deseperado
la ciudad de los imposibles
de los barcos encallados
de las prostitutas que no cobran
de los mendigos que recitan a Baudelaire
la ciudad que aparece en mis sueños
accesible y lejana al mismo tiempo
la ciudad de los poetas franceses
y los tenderos polacos
los ebanistas gallegos
y los carniceros italianos.
Nací en una ciudad triste
suspendida del tiempo
como un sueño inacabado
que se repite siempre.
Peri Rossi, Cristina. Poesía reunida. Barcelona; Ed. Lumen, 2005