EL PELIGRO Y EL SUEÑO – LEÓN MOLINA
LEÓN MOLINA (San José de la Lajas, Cuba, 1959), amante de los formatos de escritura breve, cultiva el haiku y el aforismo. Ha publicado los libros de poemas Señales en los puentes (Diputación de Albacete, 1994), Breviario variable (edición de autor), El son acordado (Diputación de Albacete, 2004), Llegar (La siesta del lobo, 2010) y El taller del arquero (La Garúa, 2014). En 2015 ha publicado el libro de aforismos Mapa de ningún sitio (La Isla de Siltolá) y en 2016 Un hombre sentado en una piedra (La Isla de Siltolá). Formó parte del grupo poético albaceteño Poetas de La Confitería y aparece en las antologías de este grupo, así como en la antología de haikus Un viejo estanque. Antología del haiku español contemporáneo (La Veleta, 2013) y en la antología de aforismos Aforistas españoles vivos (Libros al albur, 2015). En 2016 ha recogido su obra poética en Esperando los pájaros del sur. Poesía 2004-2016 (La Isla de Siltolá).
POÉTICA
Dice Juan Ramón Jiménez en un aforismo de su
Ideolojía: «La poesía es como un pájaro que nos
llega, en instante de arrobamiento, del cielo al
corazón. La virtud está en saberla lanzar al cie-
lo nuevamente». Puntualizando que este viaje
no es una ida y vuelta a lo etéreo, sino al con-
trario de lo real a lo real, como dijeron otros.
Estaríamos entonces en el cielo delo tangible,
en la naturaleza amorosa de Juan de la Cruz. La
naturaleza. Esa es la cuestión. Y en ella todos
los temas. A mayor o menor distancia no hay
belleza que no tenga raíces en la naturaleza.
De ahí la necesidad de la palabra transparente,
que deje ver. El lenguaje como río. El poema
como revelación de lo visible.
PARA QUE YO ME LLAME
Para que yo me llame León Molina
ha sido necesario que otro
antes que yo se llame
Ángel González.
Esto que veis en mí
en buena medida no es más
que el eco de la fuerza
enloquecida de su desaliento.
DUÉLEME
Estás triste
me lo noto.
Te ausentas
en mí.
Ven
duéleme
contigo.
No soporto
yo solo
tu tristeza.
CON LAS PERSIANAS BAJADAS
Como cada día me siento tras el ventanal
para contemplar el crepúsculo.
Veo la lentitud del anochecer.
Pero después de un buen rato
descubro que las persianas están bajadas.
No sé qué anochecer he visto
mientras anochecía.
No resuelvo la duda
porque de pronto me acuerdo de mí
y me levanto y subo las persianas
y ahí está la noche como el perro
del vecino tendida en su rincón
deslumbrada, muerta de oscuridad.
Y yo que he visto el anochecer
no sé qué anochecer he visto.
xxxx(de Un hombre sentado en una piedra)