EL VENENO Y LA PIEDRA
NOS CONFRONTA áspero
acaricia despacio los hombros
baja hasta las rodillas
como si nunca lo hubiéramos
inventado y en vez de ello
el dolor descubre el invierno
embozado en los huesos
y nosotros recibimos su queja
y escribimos su viaje
SENOS desgarrados
que acarician barbas de bosque
nacidos
del cieno colosal de la memoria
de ceniza amontonada
EN UNA mirada
desde el cortejo
todos los lugares del dominio
son bordes o acantilados
el deseo ocupa el cielo
y luego cae
vienes de lo que has sabido
coser a la noche
redes de la infancia
YA ES un ángel por
por error
los que esperaba
liban de su fisura
mira morir
mira dejar hacer
jornada tras jornada
EL COLOR de los vitrales
la única evasión
mientras el suero gotea
a la izquierda la caricia del sol
y la risa obscena
EN la campana
busca la copa
en el fiel
el peso
más acá
la nervadura
en el pulso
adelgazado
su transparencia
DECIR «dos cuerpos»
patria en el otro talle
que hinca
como una bandera
una rara imagen
y así el aliento y el peso
el veneno y la piedra
ALGO DE PAÍS tiene
el voluntario errar
sin morada
su solemne festín
que a voluntad come y bebe
PERSISTE EL EMPEÑO en su nada
pero hay medios de permanecer
del lado
que invita al cese
de ofrendarse sin nadie
¿QUÉ HILAN entre sí los días?
Mortaja o capullo
obligan a cambiar el sentido
del camino y su noche
Miento si digo que no he aprendido
pero miento igualmente
si digo que ya sé.
Lentini, Rosa. El veneno y la piedra. Barcelona; Editorial Icaria, 2005.