MAPAS DE CERA
LLEGA el viento con las venas atadas a la memoria,
parte el barco de no saber y no hay sirenas sino el remoto afilador
en la esfera de la brújula.
Llega el viento con las hojas tendidas sobre la lluvia,
llegan los días del viento,
los aperos de la caligrafía, la suma de los
xxxxxarpones, la redención de Jonás en el
xxxxxbosque de álamos yertos que pudo
xxxxxplantar Akhab,
pero no fue así,
fue sólo el viento, el aire despierto anclado a la orilla de la niñez.
LLEGA el erizo con una lágrima en cada espina,
viene a verte,
viene del bosque y su cartografía de raíces, de
xxxxxsu oculta conversación y su murmullo
xxxxxmineral.
Abre el libro de lectura y marca el sendero con
xxxxxsus minúsculas garras, no lo olvides, no
xxxxxlo has de olvidar:
una lágrima en cada espina, espina de viento, espina de tiempo espina de sal.
Miras el erizo con una gota de mar en cada espina,
y lo recuerdas bajo el agua y ves la cautela de tu pie,
y observas su oscuridad móvil afilada y quebradiza.
Miras el erizo con una lágrima de ausencia en el hueco de cada espina,
queda el engarce de su alma que ha venido a verte,
su alma violeta como un crepúsculo, su memoria como el firmamento.
Te asomas desde su boca hacia la luz y piensas que la noche ha de ser así,
esa constelación de lágrimas que fueron espinas
xxxxxque fueron tiempo, de luz que calcina la
xxxxxherida
y deja esta pequeña joya sobre tu mano infantil.
Grande, Guadalupe. Mapas de cera. Málaga; Rafael Inglada Ediciones, 2006.