ESTOS ÚLTIMOS DÍAS
Esta semana de eventos comenzaba el miércoles con el concierto de Paco Cifuentes, un concierto que, como suele pasar en el local en el que se celebró, el músico no se quedó nada satisfecho con el sonido (lo que conlleva que no dé el concierto cómodamente). De todos modos, Paco Cifuentes tiene tablas de sobra y el repaso que hizo por sus tres discos fue soberbio. Cabe destacar el tema inédito que presentó, ‘Ajuste de cuentas‘, un tema en el que creo que debería trabajar más la letra para hacerla más suya (que no recuerde tanto a quien recuerda), aunque tiene un estribillo magnífico que termina diciendo «esto no es una canción, es un ajuste de cuentas». Además, Paco leyó algún poema de su libro ‘Sólo tramoamarte‘; y como punto final terminó cantando ‘9 velas‘ a capella entre el público. Un lujo que esperamos que no tarde en pasar otra vez año y medio por esta ciudad.
El jueves asistíamos al recital que dentro del ciclo ‘Desdoblando‘, dirigido por Isabelle García Molina, daban Manuel Pujante y Ángel Paniagua. Y con un local a reventar, Manuel Pujante recorrió sus poemas demostrando talento y una vocación que esperamos se vea recompensada más pronto que tarde. Ángel Paniagua, por su lado, mostró poemas de un libro inédito que nos dejaron fascinados por su técnica y su hondura. Y quienes no estuvieron allí no saben lo que se perdieron.
Aquí tienen un poema de Manuel Pujante (sacado de su blog):
HAY en mi pueblo un árbol
que ha crecido salvaje
alrededor de un Stop.
Lo ha devorado entero.
Ahora pienso al mirarlo
que alguine puso hace tiempo
las Tablas de la Ley
muy cerca de mi cuna.
Y aquí, un poema de Ángel Paniagua (también extraído de su blog):
Tanto tiempo pasado acumulando
desgracias y experiencias, tantas horas
caminando las calles de mí mismo,
vacías, y llenándolas –o al menos
intentando llenarlas– con los libros
y músicas que amo, con pequeñas
obsesiones del todo intrascendentes
–revistas musicales o de cine,
periódicos, películas– y todo
para hallar un descanso que no llega,
una paz que se escapa entre los dedos
apenas han sonado los acordes
finales de Lucia o Puritani,
o las Suites para violonchelo solo,
o apenas he leído la reseña
de algún disco reciente…
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx¡Cuánta fe
se ha perdido en el curso de estos meses,
cuántos buenos proyectos han debido
quedarse en el camino! Y ahora todo
se agolpa aquí esta noche, en esos rostros
semidesconocidos de la fiesta
a la que no sé bien por qué he venido…
Ahora sólo deseo que las horas
se muestren más propicias, que los fastos
demoren su presencia, porque otro
año más como éste puede acabar conmigo.
Y ayer viernes, Cristina Morano intervenía un local del centro de Murcia después de haber hecho lo propio en el Mercado de Verónicas. Además de mostrar la ironía de la que es capaz con su prosa.
Y aquí tienen uno de los textos que leyó Cristina:
LAS DOS SEÑORAS
Fijémonos en las dos señoras que se encuentran siempre en el autobús, por la mañana temprano. Una lo coge en la parada del hospital general y la otra en el mercado de Verónicas. Aprovechan el trayecto para realizar una puesta en común de sus vivencias respectivas, a todo volumen: Lo tontas que son sus hijas, lo listos que son sus hijos por haberles dado muchos nietos; lo mucho que hay que trabajar en la casa cuando se celebran las Pascuas en familia; los pisos que se han comprado antes de jubilarse, alguno lo quieren vender pero no se venden por la crisis. De sus carritos de la compra asoman apio, acelgas frescas, pimientos y tomates. Cuando llegan las habas al mercado, se lo anuncian mutuamente. Clientas de peluquería diaria más que de misa diaria. Sólo de vez en cuando se quedan calladas durante unos segundos y miran al suelo; buscan esa cosa que les haya quedado por comentar, ese dato no conocido por su amiga. Pero ya no hay ninguno. Entonces, las dos señoras se callan y se ponen a mirar por la ventanilla del autobús, hacia esas calles que conocen tan bien que incluso podrían dar lecciones a cualquier sociólogo novato. Lástima que nadie se les acerque. Espera, ahora se les acerca un viajero, oh, sólo quiere que bajen la voz.